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La última vez que estuve en El Líbano fue en febrero. Entonces fui a visitar a legionarios mallorquines de la Brigada de la Legión 'Brigada Líbano I', en misión de paz en el Líbano Sur. En aquel viaje conocí, y me hice amigo, de Toni Sfair, libanés cristiano perteneciente a la Falange Libanesa presidida por Pierre Gemayel hasta que, dos días antes de la última nochebuena, tres o cuatro tiros a traición segaron su joven vida. Con Toni, en vísperas del 14 de febrero pasado, estuve recorriendo la zona de la mezquita, en el centro comercial de Beirut, frente al puerto, sitiada por Hezbolá, y por la tarde, con su hermana Carol, visitando el barrio chií de Haret-Hreik, cuyos edificios semiderruidos por los bombardeos de la aviación y armada israelí, se mantenían en pie cual sombras fantasmagóricas. Fue una experiencia gratificante, que no olvidaré, puesto que el viaje en cuestión, además de permitirme estar con nuestros paisanos cerca de la Línea Azul, me brindó la oportunidad de conocer, aunque muy por encima, la realidad que vive este pueblo, inmerso en una serie de problemas, algunos con los orígenes en el exterior, de difícil solución.

Salto a Trípoli
Seis meses después he regresado a Beirut. Esa vez casi por lo mismo que en la anterior: Visitar a dos militares mallorquines adscritos a la Brigada Aerotransportadle, 'Brigada Líbano II', en misión de paz en el sur del país y, por otra parte, conocer "y mostrarles" el lugar donde el pasado 24 de junio una bomba colocada por los terroristas, según se dice con la boca pequeña, financiados por Al Qaeda, mató a seis soldados españoles que viajaban en el BMR, dejando mal heridos a otros dos, entre ellos a nuestro paisano Juan Paz Soler, que hoy se recupera en Mallorca, y encontrar a otro mallorquín, este civil, residente en Beirut, David Xavier Guerrero, hijo del compañero David Guerrero, veterano periodista. Y, por supuesto, si surgía la posibilidad de hacer otras cosas, como entrevistarnos con gente de Hezbolá, o darnos un salto a Trípoli, al norte del país, donde el ejército libanés desde hace tres meses combate contra terroristas llegados desde Irán y Siria, introducidos en el campamento de refugiados palestinos que se halla ubicado a unos diez kilómetros al norte de esta ciudad.

A poco de caminar por las calles y avenidas de Beirut, y observar en el entorno, ves que las cosas han cambiado bastante en estos seis meses.
Elecciones aparte, que han dado la victoria moral a Amin Gemayel sobre la fuerza de Michel Aoun, antiguo socio suyo y hoy alineado con Hezbolá para derrocar al gobierno, hay miedo. Mucho miedo. Y eso lo percibes porque la vigilancia, tanto por parte de la policía como del ejército, se ha incrementado en forma de tanquetas apostadas en las esquinas de calles y plazas, y policías y militares, armados de subfusil, montando guardia en lugares diversos "edificios oficiales aparte, casi todos aislados con alambradas- o patrullando por la ciudad. Aparte, llegar hasta según qué lugares, ya no es tan fácil como antes. Hace seis meses me planté en la Base Española 'Miguel de Cervantes' sin ningún tipo de salvoconducto. En esta ocasión tuve que hacerme con dos, uno que conseguí en el Ministerio de Información, que me permitía ejercer la profesión de periodista, y otro, a través de un general cuyo nombre no recuerdo, que me daba luz verde para salvar cualquier control que me encontrara en el camino, que hasta la base, allá en las proximidades del pueblo de Marjayun, fueron media docena como mínimo. Controles duros, eh. Nada que ver con otros que he pasado en otras ocasiones.

Por fortuna, antes de iniciar el viaje, contacté con Toni y con David Xavier, cada uno por un lado, hasta reunirlos a ambos. Si aquella tarde en vísperas del viaje Toni me llamó para advertirme que podía tener problemas para desplazarme por según qué lugares de la capital y, por ende, del país, David, tras encontrarlo en Beirut, me lo confirmó: «Si no tenemos esos dos permisos, no iremos a ningún sitio, y mucho menos hasta la base, ya que desde Sidón en adelante nos vamos a encontrar con esos controles. Y luego está el poder entrar en la base. ¿TenemosÂ… tienes permiso de DefensaÂ…? Porque si noÂ…».

Desde Palma, a través de Defensa, había pedido permiso para hacer esta visita, más éste se demoró hasta tal punto que dos días antes de emprender el viaje no lo tenía, pero a pesar de ello yo me iba. El teniente coronel Ortiz, que es un poco como mi ángel custodio en los viajes que tienen que ver con militares, insistió cerca de MadridÂ… Y además de eso, como el Niño Jesús "como diría Joan Torres- ayuda a quien se lo merece, casi a punto de subirme al avión me llamó y me dio la buena nueva: «Te lo han concedido».

-Yo tengo permiso para entrar en la base "le dije a David Xavier-. Espero que no pongan ningún reparo en que me acompañes. También van a venir conmigo Toni y un amigo, que será quien conduzca, pues para uno que desconoce el camino, no es fácil llegar hasta allí.

Además de unas ensaimadas que me dio en Miquel des Forn de Sa Pelleteria "cada vez que me voy de viaje, a ver mallorquines, me da un par de ellas para que se las dé o nos las comamos juntos- y de la bandera de Mallorca que siempre llevo conmigo (Antártida, tsunami de Tailandia, Wilma de Guatemala, ciclón de Cancún, etc.). Por precaución había pedido al director de mi periódico que firmara un documento en el que explicaba quién era, y a lo que iba a El Líbano, pues nunca se sabe. Y por si acaso, metí en la cartera tres o cuatro fotografías, tipo carné, pues también nunca se sabe.

Y acerté, como había acertado años atrás, cuando para asistir a la final del Open de Australia, entre Sampras y Carles Moyà, me llevé unas fotografías retrospectivas de éste, que a falta de credenciales y entradas, cambié por dos de éstas a un periodista de un diario de Melbourne.

Con Toni y David Xavier vistamos la oficina de Turismo, donde nos entregaron sendas credenciales que nos permitían desarrollar nuestra profesión en Beirut, y éste, a través de su mujer, consiguió el salvoconducto para pasar los controles que nos encontraríamos a nada que dejáramos la capital y nos adentráramos en el territorio. Con esos dos documentos, más otras tantas fotocopias de nuestros pasaportes y unas fotografías, iniciamos el viaje hacia el Sur.

Ningún problema hasta después de Sidón, una de las principales ciudades de aquel país, de gran importancia, junto a Tiro, cuando en vez de El Líbano aquel territorio se llamaba Fenicia, y por tener un hospital, el Hana, a donde fue a parar nuestro compatriota tras el atentado del 24 J. Aparte, Sidón es totalmente suní, basta, si no, ver la cantidad de carteles que hay por todas partes del asesinado Hariri y la inexistencia de los del monje Nasrallah, líder religioso de Hezbolá, al que por el contrario empezaríamos a ver hasta el aburrimiento a poco que dejáramos esta ciudad. Bueno, a decir verdad, a partir de ahí veríamos carteles de todas las formaciones habidas y por haber: Hezbolá, y Amal -¿les dije la vez anterior que la primera significa Partido de Dios y la segunda Esperanza-; carteles, y alguna bandera, de movimientos próximos a Siria, como el KAOMI sirio, pósters de mártires de uno y otro bando, otros recordando que el ejército libanés estaba combatiendo a los terroristas en el campo palestino de Trípoli; banderas y banderines de chiíes, suníes, cristianos; la vivienda-palacio de Nabih Berri , chií, presidente del parlamento, ¡que menuda choza! Incluso, a pocos kilómetros de Marjayun, bajo un arco construido por los chiíes, en el que no podía faltar el rostro sonriente de Nasrrallah, dos miembros de esta formación trataban de vendernos unos libritos propagandísticos de su doctrina a 15 dólares unidad. «Es uno de los métodos que tienen para conseguir fondos», apuntó Toni.

Unos pocos kilómetros antes de llegar a Marjayun, en una curva de aquella estrecha carretera, nos cruzamos con el primer blindado español. Si mal no recuerdo, la vez anterior los vi. Bastante antes, lo cual confirmaba algo que me habían contado: que a raíz del atentado se han restringido las salidas de la base en tiempo de permiso, y que las patrullas no se alejan mucho de ésta. Supongo que por si las moscas.

Atravesando la ciudad, y a la altura del Big Bomb, un bar que ofrece los mejores kebabs que jamás he comido, nos encontramos con otra patrulla española, que a pie trata de llegar hasta donde tienen aparcado el carro. «Si nos siguen, les llevamos hasta la base», propone el sargento.

Esta se encuentra donde la dejé la última vez, casi enfrente del Hotel Dana, a no mucha distancia de las Línea Azul, desde donde, en días claros, se divisan perfectamente los Altos del Golán .un territorio de Siria en poder de los israelíes. Ya no estaba el cartel que había, y que indicaba el camino la base, pero no importaba.