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Al llegar a Canyamel es difícil no experimentar cierta tristeza al sentir la ausencia de los pinos centenarios y las sabinas que constituían el alma de la plazoleta que se levanta sobre la playa. Un paisaje retratado por célebres pintores y mutilado por fenómenos atmosféricos atribuibles al cambio climático.

En uno de los amplios chiringuitos de la playa, que conservan su entrañable techumbre de cañizo, encontramos a Josean y Arantxa, dos turistas de San Sabastián que visitan Mallorca por vez primera, para lo cual han alquilado un coche con el que recorren buena parte de la Isla: «Nos encanta el aspecto de las calas, su color y la transparencia y calidez de sus aguas. Hemos estado en Sóller, Formentor, Valldemossa y Deià, a lo largo de la Serra de Tramuntana, que nos ha parecido lo más espectacular. De todas formas, Canyamel también posee su encanto, ya que conserva algunos elementos como estos chiringuitos, donde es un placer comer a la sombra en un ambiente sencillo que nos recuerda otros tiempos. El tiempo que hemos tenido, también invita más a bañarse que en el norte de la Península, donde incluso en verano puede llover durante días y la temperatura es bastante más fresca.» Por fortuna, algunos turistas como esta pareja vasca no han conocido la imagen irrepetible de Canyamel que retrató Erwin Hubert y que pervivió hasta hace apenas una década, cuando la montaña donde se encuentran las célebres cuevas estaba recubierta de vegetación, en lugar de promociones inmobiliarias de alto nivel.