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osé Luis Dicenta nació en la Vía Roma de Palma de Mallorca y morirá, diplomáticamente hablando, en Roma mañana, 24 de septiembre, cuando cumpla 70 años y la edad le obligue a abandonar su larga, prolífica y brillante trayectoria profesional como diplomático y embajador. Sin embargo, no dejará de trabajar al menos en un par de años, ya que ha sido designado como el número dos en la preparación de los actos del bicentenario de la independencia de los países lationamericanos, que tendrán lugar en 2010 y que serán comandados desde el puesto de embajador extraordinario para estos países por el ex presidente del Gobierno Felipe González. «Por mí, claro que continuaría con mi labor diplomática porque me encuentro muy bien física y mentalmente, pero también me hace mucha ilusión este nuevo trabajo. Después, lo más seguro es que me vaya a vivir a Buenos Aires, que es un lugar que me fascina y donde está la única casa que poseo», explica sentado en su despacho situado en la primera planta del Palacio Borghese, situado en pleno centro de la capital italiana.

La jornada laboral de José Luis Dicenta, desde que ocupara este cargo de embajador en el país transalpino, es de lo más movida. «En mi despacho recibo a mucha gente, también salgo mucho de él y voy a reuniones, sobre todo en el Ministerio de Asuntos Exteriores italiano. Al mediodía suelo tener almuerzos de trabajo, luego de vuelta al despacho y casi cada día a partir de las siete de la tarde hay algún acto social. A todo ello se une que Italia tiene un gran número de ciudades importantes tanto en el norte como en el sur y he viajado mucho por el interior del país», explica mientras ojea fotocopias de la prensa del día en su imponente despacho.

Cuando la víspera de Nochebuena de 2004 ocupó su cargo, también era el representante de la FAO en Italia y hacía las veces de embajador de España en Albania, donde España no tenía embajada. «Conseguí hacer entender a la Administración que no se podían llevar los asuntos de Albania desde Roma y ahora España ya cuenta con su propia embajada. También soy el embajador de España en San Marino, pero lo cierto es que este cargo no me ha ocupado casi nada de tiempo».

José Luis Dicenta tiene tres hijos, que han vivido con él en algunos de los destinos. «La mayor, Paula, es diseñadora gráfica y trabaja en Madrid; Alberto es comandante desde hace 15 años en Air Europa y el pequeño, Sergio, tiene 15 años y vive con su madre en Zurich. Para ellos ha sido duro tanto viaje y cambios de amigos y costumbres, pero ese esfuerzo que han realizado luego le ha servido de mucho en sus vidas. Por ejemplo, el pequeño habla alemán, inglés, castellano y se desenvuelve bastante bien en francés, y eso es muy importante».

Dicenta proviene de una familia de ingenieros de caminos y durante su primera juventud pensó seguir esos mismos derroteros. Sin embargo, comenzó a estudiar Derecho y antes de acabar la carrera ya sabía más o menos cuáles eran sus planes. «Me atraía conocer otros lugares y, además, vivir en España no me hacía mucha ilusión en esos años (franquismo). Entonces era una buena manera para salir de España y encima que te pagaran», comenta con cierta ironía. Su primer destino, con 31 años, fue Santo Domingo. «Guardo un gran recuerdo de todos los lugares donde he estado, pero República Dominicana es especial porque fue el primero y porque ahí nació mi hija. El destino más duro fue Libia (1971-1972), un país muy cerrado por aquel entonces donde si no hablabas árabe, y yo no lo hablaba, todo era mucho más complicado. El lugar de donde más me ha costado despedirme fue de Buenos Aires, mientras que a mi mujer le dio mucha pena dejar Los Àngeles, porque ella adora California. También fue muy interesante mi etapa en Praga, ya que coincidió con la Revolución de Terciopelo y los cambios de los países colindantes incluyendo, claro está, el derrumbe del Muro de Berlín con todo lo que ello supuso».

José Luis Dicenta ha desarrollado prácticamente toda su labor profesional fuera de España y ha sido embajador, entre otros países, en Perú, Colombia y México, amén de haber sido secretario de la Embajada en Buenos Aires y Santo Domingo, porque, para él, Latinoamérica es un lugar muy especial. «Siento querencia por Latinoamérica. No hay que olvidar que poseemos cinco siglos de historia en común. Creo que la situación está mejor que hace 10 años, que fue cuando dejé allí mi último destino (embajador en México).