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El lehendakari Juan José Ibarretxe lanzó un nuevo órdago político al presentar su 'hoja de ruta' sobre el conflicto vasco, que incluye la convocatoria de una consulta en 2008. Pero vayamos por partes. Obviando el revuelo político que el anuncio ha provocado "era lógico", lo cierto es que la nueva vía elegida por el presidente vasco parece consecuencia directa de la radicalización del PNV tras el abandono de Josu Jon Imaz, más moderado, en favor de las tesis más intensas. A pesar de ello, hay que reconocerle que, al menos, tiene alguna intención de proponer posibles soluciones al conflicto, aunque ésta choque de frente con los principios de la Constitución, que pone exclusivamente en manos del Gobierno la capacidad de convocar referéndums. Porque tras el fiasco de la última tanda de encuentros entre el Ejecutivo y los terroristas, da la sensación de que se ha tirado la toalla, dejando en vigor únicamente la vía policial, que se ha demostrado insuficiente a lo largo de cuarenta años de terror. De cualquier modo hay que precisar que no es éste el mejor momento para plantear este tipo de cuestiones, polémicas, pues sólo logran elevar el tono de crispación vigente a escasos meses de las elecciones generales.

Ibarretxe se está equivocado en su estrategia de confrontación y en el momento elegido, con ETA aún viva. Preguntar a los ciudadanos, auténticos protagonistas, nunca puede ser un pecado, pero hay unas reglas que cumplir. Si Ibarretxe quiere escuchar la voz de los vascos tiene otro camino completamente legal: la disolución del Parlamento autonómico y convocar elecciones. Posiblemente es esto lo que busca: presentarse como candidato con el argumento de un referéndum que el Gobierno español no le ha permitido llevar a cabo.

No obstante, si la consulta del lehendakari llegase a hacerse, quizá sorprendería el resultado porque es muy probable que la gran mayoría de los vascos prefiera mantener las cosas como están.