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El president del Govern, Francesc Antich, confirmó ayer que el futuro hospital de referencia de Balears se construirá en la finca de Son Espases con algunas modificaciones técnicas para minimizar su impacto paisajístico. De este modo queda resuelta la paralización de las obras dictada el pasado mes de agosto, en cumplimiento de lo que tenía que ser una de las promesas más emblemáticas de la coalición gubernamental, anunciada incluso en el discurso de investidura.

La decisión del Govern -aunque técnicamente le corresponda al Ib-Salut- es la más lógica, con independencia del coste político que supone el que el Bloc manifieste su rotunda oposición, tal y como ha reconocido el mismo Antich. Todos los informes avalan la continuidad del proyecto en Son Espases, evitando, así, cuantiosísimas indemnizaciones y un insoportable retraso en la ejecución de una obra imprescindible en el esquema sanitario de la Comunitat Autònoma.

Es comprensible que ante el previsible alud de críticas y tensiones internas en la coalición que apoya al Govern y colectivos sociales comprometidos en la causa contra Son Espases, su president, Francesc Antich, reconozca que la de ayer sea una de las decisiones más difíciles de su carrera política.

Todas estas circunstancias ponen de manifiesto que los dirigentes deben saber anteponer los intereses comunes frente a la mera táctica política, un trance al que Antich ha tenido que responder a pesar de ser prisionero de sus propias promesas. Ahora se trata de comenzar a trabajar en Son Espases cuanto antes, al fin y a la postre, lo que la ciudadanía de Balears desea es una atención sanitaria de calidad y cuanto antes. Ahora ya no hay más excusas. Se ha tomado la mejor solución posible, la única a estas alturas, y los vecinos de La Real y los Misioneros de los Sagrados Corazones deberían comprenderlo. Y evitar más crispación. Ya no tiene sentido.