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«Muerte ha sido el Terremoto de Pisco, muerte que se ve y se palpa. Pero también ha sido y es Resurrección aunque se sienta menos, tal vez se ve menos,Â…».

Miquel Parets, presbítero diocesano de Mallorca, ha cumplido este año 50 años de sacerdocio, 28 de ellos vividos en Africa Central, 18 en Cajamarca y Puno (Perú), y los últimos diez como capellán en la prisión de Lurigancho, en Lima.

Parets ha señalado en la revista «La Palabra entre nosotros», que leen los presos de Lurigancho, que «quiero dar testimonio de lo vivido en los penales de Lurigancho y de Castro Castro en estos días. Mucho más, porque la prensa ha hablado mucho del penal de Tambo de Mora, cuyos presos han sido presentados como causantes de todos los saqueos, robos, etc, en la Ica destruida; mientras que ninguna palabra se ha publicado sobre las ayudas que nuestros hermanos presos, hombres y mujeres han mandado a los damnificados de Ica, quitándose de su boca».

Cuatro días después de la tragedia del día 15 de agosto, Parets celebraba la Eucaristía en el penal de Lurigancho, y preguntó: «para nosotros ¿Cuál es nuestra resurrección en estos días?Â… Me contestaron: '¡el día de ayuno que vamos a ofrecer!, hemos pedido al director de la cárcel que el importe de nuestra alimentación de un día se convierta en agua y atún para las víctimas!'».

«El miércoles 22 me pidieron que fuera testigo de la entrega. Había que ver a los delegados de alimentación, con qué consuelo firmaban el recibo de envío del camión que yo mismo revisaba porque las cajas de atún estaban debajo de las botellas de agua y no se veían fácilmente».

Solidarios
«El martes 21 estaba en Castro Castro, llegaba recién cuando los presos me hicieron saber que habían ofrecido el ayuno de dos días par los hambrientos de Ica. Los mismo presos habían pasado por los centros de cerámicas pidiendo sus aportes en tasas y platos para que los vendan o que coman con ellos», recuerda Parets.

Respecto a la solidaridad que manifiestan en Perú los que menos tienen, Parets recuerda que «acababa de celebrar la misa en la Capilla de Canto Chico, colocaba los ornamentos en la sacristía y en la puerta una bolsa avanzaba empujada por una mano arrugadaÂ… era una abuelita, traía arrocito y leche en polvo para 'mis hijitos de Ica', y me entregaba 20 soles para enviarlos, y lo hacía con mucho gozo».

Cabe señalar que en otras cárceles de Lima, como en la de mujeres, también se dieron muestras de solidaridad para con los damnificados del terremoto que devastó el país al sur de Lima.

El párroco de la iglesia de San Clemente, en Pisco, relató que un grupo de mujeres que cumplen condena en Lima decisió ayunar un día para que todos los alimentos que no consumieran fueran enviados a los damnificados de Pisco, a través de la parroquia de San Clemente, la misma en la que perecieron bajo los escombros más de 140 personas. Todos esos alimentos llegaron en camión a su destino y fueron distribuidos en las diferentes «ollas comunes» de la zona.