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La edición de este año de la Fiesta Nacional española está enmarcada por una serie de acontecimientos que enrarecen la jornada. El 12 de octubre ha sido, durante décadas, la fecha elegida para conmemorar el descubrimiento de América, circunstancia que le ha supuesto la asignación de Día de la Hispanidad "en la época franquista también se le atribuyó el de Día de la Raza" para, en los últimos años, pasar a ser la Fiesta Nacional de España con un marcado carácter oficial y, tiene que admitirse, algo alejado del sentimiento ciudadano que no acaba de definir qué se celebra en un día como hoy.

El hecho de que muchos españoles desconozcan el sentido de la fecha de hoy, no debería llevar a conclusiones equivocadas. Ciertamente, no se celebra la Fiesta Nacional en España con la misma intensidad con que celebran en Francia su 14 de julio. Son otras circunstancias históricas, socioculturales y políticas, pero no se puede inferir de ello un menor grado de patriotismo. Obviamente, no se puede olvidar que en algunas autonomías hay ciudadanos nacionalistas o independentistas para los que el 12 de octubre no es su fiesta nacional. Sería deseable que estas discrepancias no enturbiaran la convivencia nacional, se respetasen los símbolos del Estado "al mismo tiempo que se comprende y entiende la pluralidad de las distintas nacionalidades y regiones que integran la Nación española" y se evitase entrar en guerras de banderas y en competiciones de 'amor patriótico'.

En este contexto no se puede justificar la actitud del Partido Popular, cuyo presidente, Mariano Rajoy, está tratando de capitalizar en su favor símbolos que son patrimonio de todos los españoles. No es bueno jugar con los símbolos, como tampoco es razonable trivializarlos. Es necesario un esfuerzo de las instituciones por llenar de contenido una Fiesta Nacional abierta a todos los que quieran compartir los valores comunes de una convivencia pacífica.