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Último día de los peregrinos mallorquines en Roma. Y, de nuevo, nos reunimos en San Pietro para asistir a misa de acción de gracias.
Madrugón para estar a las ocho de la mañana en la piazza, dos horas antes de que diera comienzo la Eucaristía. El desplazamiento, como cada vez que vamos en grupo "el nuestro es el del hotel Madison" lo hacemos en autocar. Parece que vamos a tener un día caluroso, y pese a la temprana hora, las calles de los alrededores de la estación Termini, nuestra zona, bullen de gente. En los kioscos, la prensa, La República entre otros, da más importancia a la pelea que hubo el domingo frente a la iglesia de San Eugenio, provocada por dos grupos radicales contra miembros del Opus, que a la beatificación de nuestros paisanos. También hace referencia a la homilía del oficiante del domingo.

A las ocho, como decimos, llegamos a la plaza del Vaticano y, ¡oh!, nos encontramos que otros "varios miles de peregrinos" han madrugado más que nosotros, pues la cola en forma de serpentín es, más o menos, de un kilómetro de longitud. Sobre las cabezas, al fondo, ondea la bandera de Mallorca. La única que ha viajado a Roma con motivo de la beatificación de los 498 mártires de España del siglo XX, pero, sin duda, se hecho notar. Ella y la de Mancor de la Vall. Se ven también banderas españolas, muchas de ellas pequeñas, y algunas con el toro sobre la franja amarilla. De espalda reconocemos a algunos de los peregrinos mallorquines por el pañuelo azul que llevan atado al cuello.

La cola se hace lenta. Hay que pasar por arcos magnéticos de control de seguridad, los cuales ralentizan la entrada al templo. En él, como ayer en la plaza, todo está controlado y organizado por el Vaticano. Los de la tarjeta amarilla por allí, lo de la azul por allá, los de la verde por acullá. Todo bajo control, ya decimos.