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En estos días se está conmemorando el 25 aniversario del primer triunfo electoral del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), liderado en aquel entonces por el que sería presidente del Gobierno durante trece años, Felipe González. Fue una victoria sin paliativos, con una mayoría absoluta que no se ha vuelto a dar jamás en los años posteriores y que se explica por las enormes ansias de pasar página y entrar en una nueva fase que supieron captar los socialistas de la época con un lema que caló profundamente en la sociedad: «Por el cambio». Si bien es cierto que nada de esto hubiera podido acontecer sin el papel jugado durante la Transición por la Unión de Centro Democrático, liderada por Adolfo Suárez, que fue esencial para una evolución lo menos traumática posible hacia la democracia.

Entre los logros de González y su equipo está el de haber conseguido eliminar cualquier atisbo de involución en el seno del Ejército, la integración en Europa y haber abierto el camino para que la economía entrara en un ciclo de prosperidad que ha durado años. Aunque es verdad que existen sombras, especialmente las de los últimos años en el poder, marcados por algunos sonados casos de corrupción y la historia de los GAL, que salpicó a altos cargos de la Administración de la era González, como al que fuera ministro del Interior José Barrionuevo o al secretario de Estado de Seguridad Rafael Vera.

Esa situación última propició su caída del poder, pero no sería razonable que todo se redujera a eso. El impulso dado por los Ejecutivos socialistas de aquellos años ha sido esencial para que hoy por hoy no sigamos permaneciendo en el ostracismo al que nos relegó la dictadura. Era preciso saltar a un nuevo escenario desprendiéndose de las figuras del anterior régimen y eso sin el PSOE de hace 25 años hubiera sido una tarea absolutamente imposible. Es de justicia, por tanto valorar en su justa medida lo que significó aquella época con la perspectiva que ya nos permite el tiempo pasado.