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Todas las tardes, de lunes a viernes, entre las cinco y media y la siete de la tarde el edificio que alberga el Conservatorio Superior de Música y el Conservatorio Profesional se llena de niños, madres y padres que acuden a un centro que dota de una formación necesaria pero poco presente en la educación obligatoria. La música y la danza, disciplinas que imparte el Conservatorio, son elementos esenciales en nuestra configuración del mundo y de las cosas, del espacio, del movimiento y del tiempo. Y los niños son sensibles a estos lenguajes. Les cuesta esfuerzo y horas de ensayos y estudio. Frente al frenético mundo de distracciones en el que vivimos, estos lenguajes requieren atención, concentración, para aprender técnicas, escalas, figuras y posiciones.... un sinfín de competencias.

El Conservatorio Profesional de Música lleva setenta y seis años trabajando por educar la sensibilidad artística de los más pequeños, en ese tránsito entre los conocimientos elementales y unos conocimientos de grado medio. El director del Conservatorio. Joan Roig, nos comenta sus cifras: 1.000 alumnos y 105 profesores. El Conservatorio cubre todas las especialidades, incluso de instrumentos menos frecuentes como el clavecín, el arpa o la flauta de pico (propia de la Edad Media, el Renacimiento y especialmente del Barroco). En clase, los pequeños responden al unísono en las clases grupales, siguiendo las instrucciones del profesor, corrigiendo sus errores, intentando afinar, tocar la secuencia correcta. Clases de instrumento, individuales, clases grupales y de orquesta. También están las clases teóricas, de solfeo y de armonía. No se observa la tensión de las clases de la escuela. Observamos que los niños se adentran en este nuevo mundo, con disciplina, con inquietud. Joan Roig, nos enseña distintas aulas, recorremos las distintas alas del edificio separadas en áreas musicales, como si fuera un recorrido geográfico.

A. Castaño