A las 15'15 horas del día 13 de noviembre de 2002 las autoridades marítimas de Galicia captaron una señal de alarma procedente del petrolero Prestige, que en aquel momento se encontraba navegando a 28 millas del Cabo Finisterre, zarandeado por un temporal de fuerza 9.
Las gigantescas olas habían producido una escora en el barco de entre 25 y 45 grados, y se había abierto una vía de agua por la que estaba perdiendo la carga de fuel. Seis días después, el 19 de noviembre a las ocho de la mañana, el petrolero se partió en dos. A las 11'45 se hundió la popa, y luego la proa, provocando una de las mayores catástrofes ecológicas desde la costa gallega hasta la de Francia, y que propició la movilización de 300.000 voluntarios, en una de las acciones espontáneas jamas antes conocidas, en la que tuvieron una especial relevancia los procedentes de Balears, unos 1.500, con la implicación del Govern Balear, uno de los pocos gobiernos autónomos que respondió a la llamada de colaboración que lanzó el Gobierno Central.
Pese a las posteriores declaraciones de Rajoy, «No se va a verter un sólo litro más» (21 de noviembre), de Aznar, «El Gobierno respondió con diligencia y coordinación» (22 de noviembre) y, otra vez, Rajoy, «No es en ningún caso una marea negra, se trata sólo de unas manchas muy localizadas», la marea negra jamás conocida en las costas españolas se produjo, y a pesar de las reticencias gubernamentales, los voluntarios empezaron a llegar a partir del 23 de noviembre.
En los primeros días de la catástrofe, voluntarios espontáneos y de Protección Civil de Balears, habían viajado por su cuenta a las costas gallegas, pero el primer gran contingente, 163 personas, lo hizo el 16 de diciembre por iniciativa del empresario gallego Chema Àlvarez, que fletó un avión para transportar el personal balear. Ese contingente se instaló en Muxia y tuvo que enfrentarse a la infernal tarea de combatir la gran mancha, instalada en la escarpada y peligrosa costa del Cabo Touriñan, azotada entonces por el temporal marítimo y por el fuerte viento.
Con escasos medios y con una voluntad sin precedentes, estos voluntarios isleños llegaron a retirar hasta 40 toneladas al día, en las escasas cuatro horas que la marea baja les permitía, con la frustrante sensación de ver cómo la cantidad de chapapote que se iba acumulando en los coidos era aún mayor que la que con tanto esfuerzo habían retirado.
Al mismo tiempo, un grupo de voluntarios de Protección Civil seguían trabajando en el litoral de O Grove que, afortunadamente, no fue tan gravemente afectado como se esperaba.
La evidencia de la magnitud que estaba alcanzando la marea negra hizo reconsiderar, al Gobierno y a la Xunta, la oposición a la presencia de voluntarios y, por fin, decidieron solicitar la colaboración de las comunidades autónomas.
Esa decisión fue tomada con alivio por los responsables de la Conselleria d'Interior, que hasta entonces no podía canalizar la avalancha de voluntarios que pretendían viajar a Galicia para colaborar en la limpieza del litoral.
Así se llegó al convenio de colaboración firmado por el Govern balear, presidido por Francesc Antich, y el municipio de Camariñas, al que fueron destinados. Durante algunos meses, los voluntarios isleños, en expediciones semanales de 50 personas, hasta más de 800, estuvieron trabajando en la zona de Cabo Vilano, una de las zonas más peligrosas de la Costa da Morte, con una larga historia de naufragios. «Una de las cuestiones que nos hizo escoger Camariñas, de una terna de cinco municipios, fue las facilidades de alojamiento y la disposición del Ayuntamiento», asegura Antoni Torres, actual director general de Presidencia, entonces director general d'Interior.
Cada expedición semanal iba acompañada por personal de Protección Civil, bomberos, médicos y ATS. «Nunca podremos agradecerles en su justa medida la labor que desarrollaron, puesto que eso permitió que voluntarios de otras zonas pudieran gozar de las atenciones necesarias, puesto que llegaban a Camariñas sin ningún tipo de apoyo logístico».
Durante todo el tiempo de la presencia de los voluntarios isleños, en la fachada principal del Ayuntamiento estuvo hondeando la bandera de Balears, como homenaje y agradecimiento al trabajo solidario desarrollado.
Como recuerdo a aquella acción, el Ayuntamiento de Camariñas está preparando un monumento en el que quedará constancia el nombre de todos los voluntarios que durante meses estuvieron en la zona. Está previsto que pueda ser inaugurado a finales del próximo año.
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