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A pesar de ser una viajera incansable y conocedora de la India profunda, Birmania y partes de Tailandia e Indonesia, y confesar que la «pobreza nunca me ha asustado, pero sí la miseria», regresa de Camboya «con el corazón roto tras haber estado en la provincia de Siem Reap, donde, tras dejar atrás las cuatro calles lujosas y pavimentadas, normalmente alrededor de los templos, te encuentras con que estás en un país desolado, precario y muy enfermo», relata.

Cuenta Lucía Miele, de Palma, que esos niños pobres nada tienen que ver con los niños pobres de Cuba. «Esa pobreza la palpé en Cuba y no me preocupó. Hablo de niños que viven sin agua potable, que beben y orinan en la misma charca. Niños con barrigas hinchadas a causa de los parásitos que dejan sus pupilas como canicas gastadas».

Pide que nos imaginemos a un niño de no más de 13 años manejando un barco, o una choza sin luz ni agua en la que viven seis personas; que nos imaginemos niños sin escuela; niños cuidándose unos a otros porque no tienen quien los cuide, ya que sus padres, por un mísero salario, se pasan todo el día trabajando en el campo; niños de seis o siete años trabajando como albañiles levantando tapias más altas que ellos...

Lucía, que muy bien pudiera quedarse de brazos cruzados ante esta visión que no puede quitar de su retina, dice que se ha puesto en contacto con una ONG pequeña, «que no gasta sus ingresos en publicidad o sueldos, sino que trabaja con voluntarios y dirige el dinero recaudado a la instalación de fuentes y sanitarios y todo aquello que permita acceder a la población al agua potable. La ONG se llama Neary Khmer... «¡Si pudiéramos conseguir cincuenta fuentes...!», suspira Lucía. «Si consiguiéramos eso, ya ve que poco, sería dar un paso hacia adelante. ¿Sabe lo que decía mi abuela? Que ninguna acción se pierde por pequeña que sea. Todo va donde está escrito que vaya».

Pues bien. Aquellas personas que deseen contactar con ella, háganlo a través del 645773393 o luciamiele@hotmail.com.