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Las especiales circunstancias que rodean el asesinato de Eusebio Ebulabate, un joven guineano de 16 años víctima -según el resultado de las primeras pesquisas policiales- del enfrentamiento entre bandas rivales, ha provocado la natural preocupación y alarma social. A pesar de que ya se habían producido diversos episodios de violencia juvenil en las calles, nunca, hasta el pasado domingo en Palma, se había tenido que llegar a lamentar la muerte de un adolescente.

Dos hermanos, de 15 y 17 años, son, en principio, los principales sospechosos del acuchillamiento de Eusebio Ebulabate, según se desprende de la rápida intervención de la policía para esclarecer lo ocurrido y detener a sus responsables.

Sin embargo, lo preocupante es la cuestión de fondo. Las razones últimas por las que nuestros jóvenes son capaces de llegar a estos niveles de violencia extrema deben ser objeto de análisis, qué ocurre para que en nuestra sociedad aniden este tipo de comportamientos sin que haya ningún motivo que los justifique. No cabe duda que el asesinato de Ebulabate debe encender todas las luces de alarma para abordar, cuanto antes, la adopción de medidas que eviten la repetición de sucesos de consecuencias tan trágicas en Balears cuya raíz, siempre compleja, debe buscarse en la reacción de un sector de adolescentes procedentes de las masivas oleadas de inmigrantes llegadas a España en los últimos años.

Es preciso encontrar las fórmulas que detengan esta espiral violenta que puede acabar arrastrando sectores amplios de nuestra juventud, procedan de donde procedan.