Como puede apreciarse, la Eucaristía y las danzas tribales no tienen por qué estar reñidas.

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Los misioneros mallorquines de Rabiro (Burundi), por donde ahora debe de andar el obispo Murgui, acaban de celebrar la Navidad, a la que califican de «gran fiesta para los cristianos, que son algo menos del 50% de la población total del territorio, que es de unos 33.000 habitantes».

La Navidad, según nos cuentan vía e-mail, «la celebramos con la Eucaristía solemne tanto en la Iglesia central, como en las cuatro iglesias filiales, situadas a una distancia de la central entre 6 km. la más cercana y 12 km., la más alejada. Fueron celebraciones muy concurridas, con cantos y danzas típicas a su estilo. Pero en las calles y en sus casas todo era como en cualquier otro día del año».

En la casa que poseen los misioneros en Rabiro residen normalmente seis mallorquines: tres religiosas, hermanas de la Caridad y tres sacerdotes diocesanos. Las religiosas son Josefina Bujosa, de Sóller; Antonia Campaner, de Sencelles y Margalida Abraham, de Sineu. Los sacerdotes son Tomeu Barceló, de Felanitx; Pere Mascaró, de Palma, y Sebastià Salom, de Campos.

Nuestro trabajo en la misión es múltiple. Además de atender a los trabajos habituales de una parroquia, tenemos muchos otros campos de acción: un dispensario y centro de salud; cinco casas de acogida para 60 huérfanos que perdieron sus padres la mayor parte de ellos en la última guerra civil entre las etnias hutu y tutsi; el seguimiento y ayuda de las familias más pobres; un taller de costura para coser y vender ropa hecha a medida a precios muy asequibles, como también para vender ropa nueva o usada enviada desde Mallorca; un equipo de albañiles (unos 60) que siempre trabajan a cuenta de la parroquia y así aportan un salario a sus familias, actualmente están construyendo una sala de reuniones que servirá también como iglesia en una de las filiales; una carpintería; un molino para moler mandioca, maíz y otros productos de su cosecha; un horno-restaurante que sirve pan a diario y varios platos de comida a precios muy económicos; se ofrecen clases de alfabetización y formación de adultos...».

La misión también ofrece una formación religiosa a los alumnos católicos de las escuelas estatales. «Los maestros o catequistas son unos 70 voluntarios que dan una clase semanal a unos 2.200 alumnos. Los alumnos de Secundaria (unos 400, de entre 14 a 20 años) reciben la clase de religión impartida por uno de los sacerdotes mallorquines».

Pedro Prieto