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La presentación de un próximo congreso sobre el Trastorno del Comportamiento en Menores ha permitido conocer algunos de los datos más significativos referidos a Balears, los cuales confirman la creciente preocupación y alarma social por la situación que protagonizan los más jóvenes tanto en el seno familiar como en los centros escolares.

El estudio aportado por la Fundación Internacional O'Belén, entidad asistencial que promueve la atención a la infancia, revela que un tercio de la población escolar está afectada por el fracaso escolar y que las denuncias por comportamiento violento de los hijos respecto a los padres han aumentado un 30 por ciento. El panorama es desolador: el 20 por ciento de los delitos lo cometen jóvenes y, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el año 2020 un 33 por ciento de la población juvenil habrá padecido algún tipo de trastorno neuropsiquiátrico.

No cabe duda de que algo está pasando en las nuevas generaciones. La innata rebeldía de los jóvenes está siendo sustituida por comportamientos cada vez más problemáticos, violentos e, incluso, delictivos. El acceso fácil al mundo laboral penaliza su formación y no les da estabilidad económica, una espiral demasiado peligrosa. Cualquier conversación de padres con hijos en edad escolar tiene como tema más recurrente ese ambiente enrarecido en el que crecen sus vástagos y su desconcierto respecto a la aplicación de soluciones eficaces.

La acumulación de cambios -desde sociales hasta tecnológicos- en las últimas décadas está afectando de un modo directo a la población más joven, la cual está reaccionando de un modo sorprendente. Hay que esperar que la cita congresual de Palma aporte soluciones a este grave problema que se está enquistando en nuestra sociedad.