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A seis semanas de la cita electoral del 9 de marzo, los candidatos se afanan por desglosar programas electorales que logren captar la atención y el voto de los españoles. Ya conocemos la letra de esta canción: promesas grandilocuentes que luego cuesta trabajo hacer realidad y que los ciudadanos tendemos a olvidar.

El candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy, lanza una propuesta que a priori suena más que atractiva para la mayoría: notable rebaja de impuestos vía IRPF. En resumen habla de una reducción media del 16% para la mayoría de los contribuyentes. Pero tras la cortina de humo que abre el espectáculo encontramos los detalles. A saber: promete bajar del 43 al 40% el tipo máximo del Impuesto sobre la Renta, lo que viene a significar que los que más ganan, que eran los que más pagaban, pasarán a pagar menos. Además, reducirá del 24 al 20% el tipo mínimo, que favorece a las rentas medias. Con su paquete de medidas fiscales, cuatro de cada diez contribuyentes dejará de pagar el impuesto.

El dato sería una gran noticia si no tuviéramos en cuenta que los presupuestos de un país se elaboran con el dinero recaudado vía impuestos. Así que, si se reduce de tal manera la recaudación de impuestos, podría darse el caso de que las inversiones públicas también quedasen mermadas. Y, en el caso de que se dejen de recaudar esos impuestos, hay que preguntarse si esta «rebaja» electoral conllevaría un recorte en los beneficios sociales.

Rajoy asegura que así se genera más empleo y, por tanto, se incrementa el número de contribuyentes, aunque eso no deja de ser más que una mera especulación. Pero, claro, la idea de pagar menos al Estado es un caramelo que a todos nos apetece probar. Y en campaña todo vale.