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El vigesimoprimer encuentro al máximo nivel entre España y Alemania que se celebró ayer en Palma ha sido pobre en sus resultados prácticos, según se desprende de las manifestaciones realizadas por el presidente español y la canciller alemana, José Luis Rodríguez Zapatero y Angela Merkel, respectivamente. En todo caso, la cita ha servido para poner de manifiesto que no existen entre ambos países puntos de fricción notables, toda vez que en menos de una hora se pudieron despachar todos los temas pendientes entre ambas delegaciones.

La cumbre bilateral celebrada en Palma, con un espectacular despliegue de seguridad, ha servido, en todo caso, para constatar que entre Zapatero y Merkel no hay una química especial que vaya más allá de la que exige la responsabilidad institucional que detentan. El presidente español ha tenido que recibir a su homóloga alemana pocas horas después de que ésta diese su apoyo explícito a Mariano Rajoy, junto a Nicolas Sarkozy, en París. Una situación un tanto incómoda que ambos han resuelto cumpliendo con el protocolo.

Poco más "con excepción de las previsiones de Zapatero respecto a la evolución económica de España a partir del mes de marzo" ha dado de sí la reunión palmesana, que en todo caso habrá servido para consolidar el destino turístico de Mallorca en Alemania, Merkel se deshizo en elogios en la que confesó era su primera visita.

Pero este viaje quedará enmarcado como el colmo de los despropósitos organizativos. Se convoca a toda la sociedad balear y a la colonia alemana en sa Llonja y se la utiliza sólo como mera claque. No se dispuso de unos minutos para que la canciller Merkel pudiera saludar a sus conciudadanos que viven en Balears. Y lo más inaudito, que el Ajuntament de Palma accediese a desmontar parte del salón de plenos para acoger la reunión de los dos mandatarios. Desde la visita de Franco no sucedía algo así.