Todos los partidos políticos de Balears han realizado una lectura, más o menos acertada, de los resultados electorales del pasado domingo. A modo de resumen es justo reconocer el indiscutible triunfo socialista, el descalabro de los conservadores -en especial en las Pitiüses- y, por último, los efectos devastadores del 'voto útil' sobre las coaliciones nacionalista y rojiverde. Por tanto, la euforia del PSOE balear es más que comprensible, más si se tiene en cuenta que ha superado en votos al Partido Popular; circunstancia que no había ocurrido en ninguna de las confrontaciones electorales celebradas en los últimos veintidós años.
Sin embargo, conviene recordar que las elecciones del 9-M eran al Congreso y al Senado español y que, por tanto, el mapa político balear no ha sufrido ninguna modificación real. Antich precisa de los mismos apoyos que desde el inicio de la legislatura autonómica para continuar al frente del Govern, aunque se perciba una modificación en la correlación de los pesos políticos que representan cada una de las formaciones políticas que le apoyan. Éste es, precisamente, uno de los retos que deberá afrontar el president en los poco más de tres años que le quedan a la legislatura. Compaginar los previsibles movimientos de sus socios con la necesaria eficacia en la gestión del Govern dará la verdadera dimensión política de Francesc Antich, gestionar las victorias políticas también entraña riesgos.
Ahora lo importante es salir del impasse electoral que ha vivido el Govern y poner en marcha, de nuevo, toda su maquinaria al servicio de los proyectos que demanda la sociedad balear. El tiempo corre y la próxima meta electoral de Balears está fijada para el año 2011.
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