Tanto la confesa adición a la cocaína y al sexo de Javier Rodrigo de Santos como la asertividad confesa de Damià Vidal Rodríguez se tratan con excelentes resultados en una clínica abierta hace veinte años en Cala Major (Palma de Mallorca), y sin embargo ambos imputados en la malversación de caudales públicos en la Isla prefieren acudir a centros de rehabilitación en Madrid y Barcelona. El hecho podría resultar chocante, pero al fin y al cabo al psiquiatra José María Vázquez Roel no le faltan pacientes en su gabinete con vistas al mar, algunos de ellos llegados precisamente de la capital de España y de la Ciudad Condal.
Hace una semana quedaron colgadas en internet unas apreciaciones del doctor Vázquez que dan aliento a los entornos familiares de los afectados. «La recuperación completa es posible», señala, y sobre los tratamientos para superar el problema subraya que el proceso puede durar aproximadamente un año.
La opinión pública y el abogado de Rodrigo de Santos calculan que para la próxima primavera, con el imputado ya limpio de su toxicofrenia, la instrucción judicial podría promover la apertura de juicio a un hombre que sería capaz de explicar entonces cabalmente cómo pudo protagonizar una relación tan cordial con la tarjeta de crédito del Ajuntament.
Damià Vidal, que ha preferido decantar sus devaneos con la tarjeta de crédito que paga el contribuyente a través de una conducta humana conocida como asertividad, puede llevar cierta desazón a la espigada jueza que debe instruir su caso.
Y es que, comprobantes de VISA aparte, conviene recordar que ser asertivo es usar gallardamente una habilidad básica para nuestro desenvolvimiento en la vida diaria, o sea, defender nuestras actitudes personales, y no hacerlo así -véase la web 'Psicología On Line'- genera una dramática frustración al individuo.
El trabajo de los forenses judiciales de Palma será delicado en su momento. Los psicólogos con más literatura publicada sostienen que los adictos al sexo y la cocaína suelen ser hombres de mediana edad y buena posición económica -propia o prestada- a los que el siglo XXI ha facilitado mucho el acceso a la carnalidad de pago, mientras los asertivos no son gente que quiera tener siempre la razón en lo que perpetra sino individuos que se convencieron en algún momento de que «todos tenemos derecho a equivocarnos».
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