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El ministro Solbes da por cerrado el capítulo de medidas que propicien un empujón a la economía española con los 400 euros que prometió Zapatero prácticamente a todos los españoles "asalariados, pensionistas y autónomos" y que empezarán a hacerse efectivos en la nómina del mes que viene. Y es que 400 euros multiplicados por varios millones de ciudadanos arroja una cantidad más que respetable que puede minar considerablemente el famoso superávit de las cuentas públicas logrado por el Gobierno socialista en los últimos cuatro años.

No es tiempo de alegrías. El Euríbor prosigue una escalada alcista más que preocupante; gasolina y gasoil se venden a precio de oro; las eléctricas anuncian subidas escandalosas en el recibo de la luz; el paro sube; la creación de empleo se desinfla y, en fin, la inmensa mayoría de los trabajadores de este país empieza a apretarse el cinturón ya hasta márgenes asfixiantes.

Es consciente Solbes de cuál es la realidad de la mayoría, pero persiste en un optimismo que es, quizá, más una maniobra para exorcizar el pánico generalizado. Asegura que la recuperación económica está «notablemente cerca», aunque para cualquier ciudadano cada mes que pasa "cada mes que llega la letra del piso, cada cesta de la compra más cara, cada depósito de gasolina lleno" es un poco más difícil, más angustioso. Y más para los muchísimos trabajadores del sector de la construcción, que vive una situación de incertidumbre total.

Tiene razón cuando afirma que era necesario un reajuste de la construcción "se edificaba en España más que en Alemania, Francia e Italia juntas", pero el frenazo en seco no es el modo más adecuado. Para nadie. Las consecuencias aún están por verse.