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La Lonja, 31 de mayo de 1983, el día que arrancó el primer Parlament de la historia de Balears. Aquel día todo estaba por hacer y había que inventarlo todo: los espacios, las funciones, las maneras de hablar y hasta las palabras.

Aquella primera sesión constitutiva, que se inició a las seis y cinco minutos de la tarde fue la puesta de largo, la presentación en sociedad, de un régimen autonómico que nadie sabía exactamente qué iba a significar ni sobre qué mimbres se iba a edificar. El primer presidente del Parlament, Antoni Cirerol, ex concejal de Palma cuando el nombre del alcalde lo decía Franco, habló más del pasado que del futuro. El marco, un edifico del Gótico civil del siglo XV, invitaba a eso más que a otra cosa. En su intervención citó a Jaume I, a Jaume II, al Gran i General Consell, al Decreto de Nueva Planta y hasta al Arxiduc y Antoni Maura. Apenas nadie la oyó. La acústica de la Lonja era muy mala, aún lo es, y eso permitió a los asistentes fijarse en los detalles. Algunos del interior y otros de fuera. Como el texto de la pancarta que colgaba esa tarde de un balcón próximo: «Qui estima Mallorca, no la destrueix». La firmaba el GOB, cuyos activistas se habían manifestado mientras sus señorías accedían a la sede provisional donde se iba a celebrar la primera sesión. Eran 51 hombres y tres mujeres, entre ellas Maria Antònia Munar, que estaba aquel día «como en una nube». Así lo recordaba el pasado miércoles cuando, como presidenta actual del Parlament, presentó los actos que se van a celebrar esta tarde para recordar el evento.

Aquella primera vez, lo recuerdan quienes protagonizaron la primera sesión, hizo mucho calor. Las autoridades de la época acudieron al evento pero la gente de la calle se interesó poco.

«Sobraron sillas ayer en Sa Llotja», escribió un cronista de la época, destacando el poco interés del público. Pero claro, también hubo quien intentó entrar y no le dejaron. Casi se queda en la calle, por ejemplo, un jovencísimo diputado electo: un barbudo socialista que aparcó su motocicleta frente a la Lonja y al que pararon en la puerta. «Menos mal que llegaba entonces Pep Moll y le dijo que aunque no llevara corbata yo era diputado», recuerda divertido el hoy diputado socialista en el Congreso Antoni Garcías quien, para entonces, ni se le pasaba por la cabeza que algún día iba a llegar a ser conseller de Presidència.

Todo había que inventarlo aquellos días, hasta las palabras con las que llamar a los órganos de la Cámara. Así, hubo que decidir si escribir Mesa o Taula. Se optó por Mesa y aún sigue. Los carpinteros había trabajado a destajo. Había que crear un mobiliario específico, un 'catafalco' para la Lonja, como recogía este diario en un breve comentario previo. Pero no había nada más, ninguna dependencia para trabajar. Lo que más a mano estaba era el Consolat de la Mar y el despacho que iba a ocupar pocos días después el primer presidente de la Comunitat Autònoma, Gabriel Cañellas. Ahí se metió Cirerol cuando, sobre las ocho menos diez, levantó la sesión. Había empezado todo.