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Llegó a Mallorca, hace poco más de dos años y se puso a trabajar en el mundo de la construcción, luego pintando casas e, incluso, en una empresa de mudanzas. Pero hoy en día, Juan José Da Silva, brasileño de 26 años, vive prácticamente en la calle, sin trabajo y acogido en Ca l'Ardiaca. Lo descubrimos en la biblioteca de La Misericòrdia, donde acude a diario y nos aseguran que al principio «era un chico bien normal, que vestía bien y que, poco a poco, se le ve más abandonado».

Su ropa está desgastada y algo sucia. Su imagen no llega a ser la de un indigente, pero no está al filo de la línea. Sentado en el banco de los jardines de La Misericòrdia, y siempre mirando a los ojos, nos confiesa que «en Palma hay mucho racismo y me miran como a un vagabundo», «pero lo más triste -añade-, es que la gente no quiere saber nada y mira hacia otro lado».

Un día normal en la vida de Juan José Da Silva pasa entre las estanterías de la biblioteca, hace algún paseo por Palma y, si tiene suerte, llega hasta la playa donde camina un rato por la orilla. Conoce algunos lugares de la Isla, como el Port d'Andratx, Pollença, Sencelles, Inca, etc. De España tan sólo estuvo unos días en Barcelona.

Juan José Da Silva estudió hasta Tercero de colegial, «como dicen allá. Yo quería ser informático». El joven siempre pensó que la informática era el futuro a lo que hoy en día asegura que «ya es el presente». Su ilusión es poder marchar hacia Inglaterra o Alemania donde poder trabajar, pero no lo puede hacer por varios motivos; primero, porque no tiene ni un euro para vivir, por lo que de sacar unos billetes de avión ya ni hablar; y, lo segundo, no menos importante que lo primero, es que no tiene papeles, ni documentación, ni permiso de trabajo. Esa es la realidad. Pero además cuando encuentra alguna «chapuza» para hacer, la gente le ofrece una miseria al saber que no tiene papeles.

Al igual que Juan José Da Silva, muchos «desamparados» acuden a diario a la biblioteca y jardines de La Misericòrdia, como refugio de momentos de soledad y compañía. Un lugar donde los más mayores recuerdan que este edificio durante una época fue el hospital de los pobres.