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La renuncia de Juan Costa a presentar su candidatura a la presidencia del Partido Popular en el próximo congreso estatal deja, en la práctica, el camino libre a Mariano Rajoy para revalidar su cargo en la dirección de esta formación política. Poco a poco se está diluyendo la contestación a la nueva orientación que se quiere imprimir al principal grupo de la oposición, tratando de avanzar hacia el centro y recuperando el diálogo con las fuerzas nacionalistas más moderadas.

Todo indica que Costa, que contaba con el apoyo de defensores de la línea «dura» mantenida durante la pasada legislatura, no estaba en condiciones de alcanzar el número mínimo de avales precisos para formalizar la candidatura alternativa a Rajoy y hacerlo con unas mínimas garantías de éxito.

Ante el cariz que tienen los acontecimientos en el seno del Partido Popular la cuestión radica en determinar cómo administrará Mariano Rajoy su ya más que previsible victoria en el próximo congreso de Valencia, en especial en lo que se refiere al peso e influencia que admitirá de la corriente que lidera la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, principal opositora a las nuevas tesis que se quieren implantar como estrategia de los conservadores durante la presente legislatura.

El problema de Mariano Rajoy ya no es saber si ganará el congreso y con qué porcentaje de votos en contra o en blanco, la cuestión se centra en determinar qué grado de solidez e independencia tendrá durante su mandato. El comportamiento de determinados grupos internos y de medios de comunicación hacen prever futuros intentos de debilitar su posición para, en el mejor de los casos, forzar su abandono como cabeza de lista ante una nueva confrontación electoral. Queda, todavía, un largo camino por delante en el que Rajoy deberá demostrar su capacidad para controlar a su propia oposición interna.