En realidad, no sé si alegrarme. Porque ir tras Rosario Nadal durante muchos días del verano hasta que la pillas, y como en esta ocasión con todo el equipo, y no lo decimos por las aletas, lentes y tubo respirador, sino por su más puro estado veraniego, es una delicia. Te pone, vamos. Recorres un montón de kilómetros, a veces más de cien, para, encima, no encontrarla. Te das tus caminatas bajo un sol de justicia por si ese día se le ha ocurrido ir a es Caragol.
Rosario, en la playa
...y también el duque de Palma, con sus hijos y sobrinos
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