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El reconocimiento por parte de Rusia de la independencia de las provincias georgianas de Osetia del Sur y Abjasia ha abierto una nueva crisis diplomática, toda vez que los países occidentales y la OTAN han manifestado su rechazo frontal a la decisión. La región del Cáucaso vuelve a ser el epicentro de la tensión por el control de una zona de enorme valor estratégico y económico. El presidente ruso, Dimitri Medvédev, se muestra intransigente en su postura, que ha sorprendido a buena parte de la comunidad internacional.

Medvédev ha lanzado un órdago a la OTAN al reconocer la independencia de dos provincias de Georgia, Osetia y Abjasia, que "si no acaban anexionadas" como mínimo quedarán satelizadas de Moscú. Conviene recordar que Georgia ya estaba en trámites para su incorporación como miembro de pleno derecho de la OTAN, razón de más para pedir con insistencia la estabilidad en la zona. Además, el movimiento ruso se produce cuando en los Estados Unidos ya se está a pocos meses de un relevo presidencial que deja en situación de interinidad a George Bush.

Tanto la Unión Europea como los Estados Unidos están estudiando un paquete de medidas que obliguen a Rusia a dar marcha atrás en su postura, incluso apelando al contrasentido que tiene negar la independencia a Kosovo y admitirla para Osetia y Abjasia. Los próximos días serán decisivos para saber el cariz que toman los acontecimientos, una cascada de reconocimientos "por parte de países en la órbita e influencia de Rusia" de ambas regiones convertidas en estados supondría entrar en un callejón sin salida. Medvédev ha puesto en práctica la vieja fórmula de los hechos consumados para volatilizar el derecho internacional y todo indica que tal y como están las cosas nada parece que vaya a cambiar.