El llamado 'plan de rescate' de la Administración Bush fue aprobado en una segunda votación por la Cámara de Representantes, lo que ha supuesto un enorme alivio y una cierta esperanza para una crisis que amenaza con convertirse en una recesión mundial de imprevisibles consecuencias. Afortunadamente, ha prevalecido el acuerdo entre las dos grandes formaciones políticas norteamericanas, demócratas y republicanos, sobre los intereses partidistas que planean como una gran sombra en los períodos de campaña electoral. No podemos olvidar que está en juego la presidencia de los Estados Unidos, cuyas elecciones se celebran en un mes.
Al otro lado del Atlántico, a iniciativa del presidente francés, Nicolas Sarkozy, se reunieron los líderes de los países europeos del G-8 para poner en marcha un plan similar al americano. Y, pese a que la adopción de medidas se antoja imprescindible también en el Viejo Continente, no es bueno que se haya excluido de la cumbre a España, que también forma parte de la Unión y que tiene un peso económico a nivel mundial que nadie discute. Otro asunto son los problemas del modelo económico doméstico, pero ésa es otra historia que no tiene que ver con la estabilidad que se pretende dar al sistema financiero global.
Aun así, la dinámica del Banco Central Europeo, que ha decidido mantener los tipos dando prioridad al control de la inflación sobre una reactivación de la economía, se antoja algo lenta en sus reacciones, precisamente cuando es más necesario que nunca transmitir todo lo contrario, agilidad para hacer frente a una tormenta que pilló al mundo desprevenido. En cualquier caso, bueno es que se hayan comenzado a dar los primeros pasos, pero queda un largo camino por recorrer para salir de este atolladero.
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