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ÀLEX CABOT
Sólo preparar su curriculum ya sería una verdadera tarea periodística. Carmen Sarmiento (Madrid, 1944) pertenece a aquella generación del 68 que «pensaba que iba a cambiar el mundo y que luego sólo lo movimos un poquitín». Ha viajado por más de 70 países y consiguió traer hasta millones de hogares españoles las historias de personas, la mayoría mujeres, que protagonizaban series documentales como Los marginados o Mujeres de América Latina, en la que aparecía una desconocida Rigoberta Menchú.

Siempre trabajó con Televisión Española, hasta que se hizo un expediente de regulación de empleo: «Da lo mismo que te llames Jesús Hermida, Rosa María Mateo o Carmen Sarmiento. Dejas de ser la personas que eres y pasas a ser un número y ya está, te vas a la calle».

Entonces ella tenía 58 años y aceptó la jubilación. «Pero he hecho lo que quería hacer, contar la situación de los desheradados, de los marginados, de los pobres... y lo he hecho a lo largo de toda la vida y no me he tenido que vender al capital ni a la ideología y cuando TVE ya no tenía los medios, terminé en las ONG».

Así conoció Metges del Món y nació una relación de amistad con muchas personas de esta ONG que ahora la ha invitado a dar una conferencia en la asamblea en la que presentan la memoria de actividades realizadas en el ámbito de la cooperación internacional.

Carmen Sarmiento ha dedicado su vida al periodismo y pese a que TVE adelantara su despedida de la primera línea del reporterismo no puede olvidar las atrocidades que ha visto en el tercer mundo, especialmente con las mujeres como víctimas. Entre ellas, las que viven en el 'cuerno' de Àfrica, donde cosen los labios vaginales a las mujeres y se les deja un hueco para la menstruación, que luego abrirán sus maridos la noche de bodas.

Como conocedora del medio televisivo asegura que «afortunadamente no he vivido la telebasura», vivió la llegada de las cadenas generalistas y con ellas la obsesión por las audiencias para vender publicidad.

Sarmiento no soporta a «estos 'periodistas' que se insultan y gritan» y no ve con buenos ojos el hecho de pagar a la gente para que vaya a contar cualquier cosa a la televisión, «se ha convertido en un confesionario público donde se sacan las cosas mas vulgares e íntimas», afirma rotundamente. Como ejemplo pone el caso de Violeta Santander, la pareja del agresor de Jesús Neira que acudió a La noria de Telecinco.