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JUAN M. GIMÉNEZ Parece una rutina, pero la ciudad sería otra cosa si no fuera por el esfuerzo diario y cotidiano de los barrenderos. Su trabajo es monótono, incluso puede resultar aburrido para muchos que los miran con indiferencia. Parecen seres extraños caminando sin parar empujando su carro y con la única compañía de su pala y su escoba dispuestos a conseguir el más difícil todavía, que la ciudad y los barrios estén lo más limpios posible. Misión casi imposible, pues ellos sólo son unos pocos y muchos los que sin ningún escrúpulo van tirando al suelo todo lo que les va sobrando en los bolsillos.

Cada uno de los cerca de quinientos barrenderos de Emaya tiene una zona asignada y es el encargado de la limpieza los días laborales. Unos cinco kilómetros de aceras le corresponde a cada operario y en ellos suelen recoger entre setenta y cien kilos de suciedad de lo más variado. Colillas y papeles son un clásico, según nos comentan, pero hay otras muchas cosas que barrer, como las hojas en otoño y todo aquello que la gente tira a la vía pública.

No se llevan escombros de obra y todo aquello que entra dentro de la recogida selectiva. Los chicles son su grandes enemigos, ya que es difícil despegarlos de la acera o el asfalto una vez pisados. Afortunadamente en algunas situaciones cuentan con la ayuda de las máquinas, pero básicamente es un trabajo manual y constante «papel que no recoges hoy se multiplica por tres mañana» nos dice uno de los operarios. El aparcamiento en zona de hora les hace un flaco favor, ya que muchos automovilistas optan por tirar directamente el papel al suelo cada vez que deben cambiar el coche «y son muchos los que se realizar al cabo del día».

En su mayoría son gente joven que quieren que la ciudad esté limpia, pero saben que eso no depende de ellos sino de todos los ciudadanos «poco podemos hacer si la gente no colabora y tira las menos cosas posibles a la vía pública», mientras tanto la pala y la escoba seguirá siendo su única arma para luchar contra la suciedad día tras día y sin descanso. No hay tregua.