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El brutal ataque de Israel contra la franja de Gaza, en busca de los refugios de la organización islamista Hamás, se ha saldado, por el momento, en 282 muertos y casi un millar de heridos de diversa consideración. En la mayoría de los casos se trata de víctimas civiles. Lo ocurrido este fin de semana ha sido uno de los más sangrientos en este conflicto que enfrenta a israelíes y palestinos.

La desproporcionada respuesta de Israel al esporádico lanzamiento de misiles por parte de, presumiblemente, militantes de Hamás "que no quiso prolongar el alto el fuego vigente hasta el pasado día 19-, hace incomprensible desde todo punto de vista la tibieza con que la comunidad internacional ha reaccionado ante el ataque. Tanto la ONU como EE.UU. se han limitado a pedir un cese inmediato de las hostilidades sin condenar las acciones bélicas de Israel, cuyos dirigentes ya han dado instrucciones para la ocupación militar de la franja de Gaza.

Por su parte, el líder de Hamás, Jaled Meshaal, ha convocado una nueva intifada "la tercera- contra Israel, lo que supondrá un crecimiento exponencial de la tensión en la zona. Es el final que tiene esta particular aplicación de la ley de Talión para dirimir las diferencias entre judíos y palestinos, una fórmula que se ha demostrado ineficaz e injusta.

Obama ya tiene ante sí otro problema urgente que acometer para cuando dentro de unas semanas llegue a la Casa Blanca, sólo Estados Unidos cuenta con fuerza suficiente para frenar a Israel, un país que para garantizar su seguridad es capaz de aplicar de manera indiscriminada la violencia más extrema a sus adversarios sin que jamás haya sido condenado por ello.