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Chequia ha asumido la presidencia de la Unión Europea, en sustitución de Francia, cuando el panorama internacional se encuentra especialmente convulso como consecuencia de la estallido de la violencia en Oriente Medio, la guerra del gas entre Rusia y Ucrania y, por último, la crisis financiero-económica mundial. Se da la circunstancia de que la República Checa, que a pesar de llevar ya un lustro integrada en la UE todavía no ha asumido el euro, es uno de los países más escépticos respecto a la alianza política y económica de ámbito continental que ahora representa.

El presidente checo, Vaclav Klaus, ha querido lanzar un mensaje de tranquilidad a la Unión Europea garantizando su lealtad institucional, aunque mantiene sus discrepancias respecto al proceso de integración que implica la aplicación del Tratado de Lisboa. Chequia se ha puesto de inmediato manos a la obra y ya ha anunciado el envío de una misión de paz entre judíos y palestinos, medida con la que su Primer Ministro, Mirek Topolanek, trata de confirmar que el papel de su país no será una mera formalidad.

Este próximo semestre será objeto de un minucioso análisis sobre la conveniencia de que países incrédulos respecto al proyecto de unidad europea asuman papeles de la máxima responsabilidad, la tarea de Chequia deberá compararse con la hiperactividad desarrollada por el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, al frente de la Unión Europea. La mediación en el conflicto de Georgia o las distintas dinámicas puestas en marcha para paliar los efectos de la crisis en la economía europea son, entre otros, algunos de los logros conseguidos por el mandatario galo. Habrá que ver qué papel representan Klaus y Topolanek en los próximos seis meses.