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Era una dimisión anunciada, y esperada, incluso por sus compañeros de partido, y tras un fin de semana en el que las voces pidiendo su desaparición de la primerísima escena política se hacían ya atronadoras, el ya ex ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, anunció que se marchaba. Naturalmente, evitó comentar sus errores, y atribuyó su marcha a la campaña de acoso y derribo protagonizada por la oposición. Dentro de lo que cabe, a Bermejo le honra haber tenido la valentía "pocos la tienen" de salir del Gobierno cuando las críticas arrecian.

Y es que al ministro cazador no sólo se le achacaban unas maneras ciertamente chulescas; consiguió en el plazo récord de dos años poner en contra suya a todo el estamento judicial, que hizo una huelga por primera vez en la historia. Luego estaba la montería andaluza, al más puro estilo franquista, posando para la posteridad en compañías poco adecuadas y con las piezas cobradas. Es ridículo pensar, como han hecho algunos, que «la izquierda no caza, que eso es cosa de la derecha», pero sí que hay que reconocer la inoportunidad de las fotos de la cacería, la desfachatez de ir a matar venados sin licencia y, sobre todo, la elección de sus compañeros en plena investigación judicial sobre la presunta trama de corrupción en las filas de la oposición.

Seguramente ha aprendido Zapatero la lección: su ministro combativo y peleón será sustituido por un cordero, Francisco Caamaño, con fama de tranquilo, poco amigo de los focos y discreto a más no poder. Esperemos que su capacidad de trabajo y de logros supere a la de algunos compañeros en el Gobierno, porque tal vez esta minirremodelación ministerial se haya quedado corta.