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El setenta aniversario del estallido de la II Guerra Mundial permite rememorar uno de los episodios más trágicos de la Humanidad, un conflicto bélico que alcanzó tres continentes, Europa, Àfrica y Asia, involucró a las principales potencias mundiales y provocó decenas de millones de víctimas. Además, como un factor añadido de la crueldad intrínseca de la guerra, mostró el rostro más demoníaco del ser humano con la aplicación sistemática del exterminio judío, la demencial política racista de Adolf Hitler y el III Reich. Por desgracia tuvo que ser otra arma de destrucción masiva, la bomba atómica lanzada por Estados Unidos, la que precipitase el final de aquella lucha multilateral.

La perspectiva histórica de la siete décadas transcurridas no ha borrado las consecuencias políticas y sociales de la II Guerra Mundial. El mundo sigue dividido en los bloques surgidos de aquel enfrentamiento armado global, las heridas provocadas siguen provocando resquemor entre sus protagonistas y marcan el posicionamiento de unos y otros en el panorama de la política internacional. No cabe duda que queda mucha tarea de investigación histórica por delante, pero todavía más en el terreno pedagógico y social para que jamás vuelva a reproducirse un enfrentamiento tan brutal como el que comenzó el 1 de septiembre de 1939.

Las colosales dimensiones de la tragedia provocada por la II Guerra Mundial alumbró algunas iniciativas políticas como la creación de la Sociedad de las Naciones, embrión de las Naciones Unidas, o la aprobación de la Declaración de los Derechos Humanos. Está claro que se han logrado avances sustanciales a nivel mundial, pero es indudable que se pagó un precio muy alto.