José María Aguirre, superviviente del campo de concentración nazi de Mauthausen, fue incinerado ayer y próximamente será enterrado junto a los pies de su limonero preferido, en el jardín de su casa. Con él estarán la ikurriña y la bandera republicana, entre otras, tal y como se lo pidió a su compañera Sara Bajard.
Tras pasar seis semanas en el hospital, Aguirre falleció a los 90 años de edad el domingo. «Creo que él sabía que estaba en el final de sus días», explica Sara. Además, añade que José María tenía las piernas inmovilizadas y los pies vendados, «si se daba cuenta, para él debía ser horroroso». En este sentido, explica que tenía demencia senil y «recordaba cosas muy antiguas; de su niñez y en sus sueños hablaba en vasco con su madre». No obstante, puntualiza que «a veces tenía momentos de clarividencia». En sus últimos días, al igual que durante toda su vida «tenía pesadillas con los campos de concentración».
La muerte de este superviviente de los campos de concentración ha causado una gran conmoción. «No tengo tiempo para estar triste, por las numerosas llamadas de familiares, amigos y profesores de los colegios a los que iba a dar charlas». Además, Sara recuerda que a José María le gustaba destacar que «el nazismo ya no volvería, pero que el fascismo sí puede resurgir». Éstas y otras ideas están en las memorias que Aguirre ha escrito a lo largo de estos años. No obstante, su compañera señala que «están hechas un lío y necesitará todo el invierno para ordenarlas. Él no me pidió que lo hiciera, pero sabía que lo haría, porque lo habíamos hablado siempre», señala Sara. Sin embargo, no tiene claro si las publicará o no, ya que considera que «ya hay demasiadas».
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