El mes de noviembre, previsiblemente, terminará con el ciclo de ocho meses seguidos de inflación negativa que ha registrado este país. Por primera vez en casi medio siglo, una prolongada etapa de precios en caída libre toca a su fin, dando la razón a las previsiones del Gobierno.
Los economistas advertían ya sobre las nefastas consecuencias de una continuada bajada de precios, que no hace sino demostrar lo alicaído que está el consumo por parte de los españoles. Sin embargo, aunque macroeconómicamente sea beneficioso para una sociedad que los precios vayan creciendo, hay que reconocer que al ciudadano de a pie un respiro en los pagos siempre le viene bien.
La estadística de este mes "que habrá que confirmar a mediados de diciembre, cuando se hagan públicos los datos oficiales" viene a aliviar también al Gobierno, que toma en cuenta el dato de noviembre para calcular el aumento de las pensiones. Si éste hubiera sido de nuevo negativo, se habría visto en la delicada situación de tener que bajar las pensiones, con el consiguiente drama social. El ligero aumento del 0'4 por ciento de los precios respecto a noviembre del año pasado ha evitado esta polémica decisión.
Así las cosas, nadie se pone de acuerdo a la hora de valorar el porqué de este repentino e inesperado aumento de los precios. Los más pesimistas apuntan a un rebote a consecuencia del incremento de los precios del petróleo, que acaba afectando a cada producto que se vende. Hay quien, en cambio, prefiere ver la botella medio llena e interpreta que ya se ha iniciado un tímido repunte del consumo interno. Lo cierto es que, a punto de empezar el período navideño en plena crisis, ver que suben los precios no es un plato apetecible para casi nadie.
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