La plaza de Cort de Palma fue durante estos tres días el punto de concentración de la protesta palmesana contra el secuestro de Miguel Ángel Blanco, el lema de ¡Basta ya! cobró carta de naturaleza como grito contra la violencia y el terrorismo de ETA. | ultimahora.es

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Estos días se cumplirán los cinco lustros de unas jornadas -del 10 al 12 de julio de 1997- que marcaron un punto de inflexión en la sociedad española respecto a la actividad terrorista de ETA, el asesinato del concejal del PP de la pequeña localidad de Ermua Miguel Ángel Blanco Garrido indignó a la sociedad española, un sentimiento al que Balears no permaneció al margen. Palma –al igual que las principales ciudades de Balears– vivió la que es una de las manifestaciones más multitudinarias para exigir la liberación del secuestrado, esos días el lazo azul era la muestra de una solidaridad silenciosa, sólo rota por un grito ya legendario: ¡Basta ya!

La movilización popular fue constante con el epicentro en la plaza de Cort, donde cada día se sucedieron las movilizaciones para expresar la repulsa de toda una sociedad frente a la extorsión y la amenaza de ETA, la cual se cumplió en la tarde del sábado 12 de julio, cuando los medios de comunicación transmitieron la noticia de que se había encontrado cerca de Lasarte el cuerpo moribundo de Blanco con un tiro que resultaría mortal en la cabeza.

Es imposible evitar un punto de emoción cuando se recuerdan aquellas horas que generaron una comunión irrepetible contra ETA en toda España, cuando creció el llamado ‘espíritu de Ermua', las manos embadurnadas de blanco expresando la inocencia del asesinado o ese grito de ¡Basta ya! que se iría repitiendo como la expresión de hastío frente a la violencia.

La calle era un clamor pidiendo la liberación de Blanco, un secuestro retransmitido on line por los medios de comunicación que caló como en pocas ocasiones entre los ciudadanos. Los políticos expresaron una unidad poco común, un gesto que poco a poco se fue diluyendo, como se fue demostrando en concentraciones posteriores en el que se matizaron posturas en la misma medida que se politizaba la lucha contra ETA.

Aquellos días, probablemente, España vivió uno de los momentos más delicados desde la instauración de la democracia. El Estado no dio su brazo a torcer y Blanco lo pagó con su vida. El alto el fuego actual también es gracias a él.