Imagen de archivo de Francesc Antich y Celestí Alomar en la presentación de la ecotaxa en 2002. | Teresa Ayuga

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La implantación de las tasas turísticas para gravar las pernoctaciones hoteleras en Europa se han generalizado desde 2010, teniendo como punto de referencia París, ya que se aplica desde mediados del siglo pasado, y la que se implantó en 2002 en Balears, que duró un año y medio.

La recaudación de este impuesto en Balears se debía destinar a la adquisición de patrimonio histórico y natural, pero finalmente el tributo fue derogado en octubre de 2003 por el Ejecutivo del PP, que ganó las elecciones al resto de partidos por la presión realizada por touroperadores y, muy especialmente, por los grandes hoteleros.

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Los cambios sociales y a nivel turístico habidos a lo largo de estos casi trece años, han generado un clima más propicio para poder cobrar este tipo de tributos, que se aceptan con mayor tolerancia que en 2002.

La tasa turística que impera en las principales capitales europeas, así como en Barcelona en la actualidad, se trata de un impuesto destinado al desarrollo la promoción del turismo. Es decir, que el dinero que el turista aporta mediante el pago de esta tasa por pernoctar en los hoteles se reviente de forma positiva en los propios turistas y en las zonas turísticas y en la protección del territorio y medioambiente.

La tasa turística se cobra en Europa en estos momentos en su práctica totalidad en los hoteles, pero en Balears, por el impacto de internet, el 45 % de los visitantes se aloja en la oferta extrahotelera, de ahí que el actual Govern quiere regular el alquiler turístico para que «todos» paguen.