Imagen de la Junta de portavoces del Parlament. | Teresa Ayuga

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Estaba escrito que el pacto Jaramargo-Consolat no conseguiría derribar fácilmente a Xelo Huertas. Era de sentido común que tal engendro para cargarse a la presidenta del Legislativo no habría tenido encaje ni en las más delirantes escenas de 'Alicia en el País de las Maravilllas'. Fue tan chusco el montaje mediático en torno al convenio de Bachiller que le pusieron a huevo a Xelo la estrategia de defensa.

El resultado es que ya tenemos a la Cámara judicializada por disputas cainitas internas podemitas y pueriles juegos de ambición. Lo nunca visto. Esperemos que no se enteren en Hollywood porque vendrán a rodar una película (cómica, por supuesto): la Mesa del Parlament bloqueada; los letrados escondidos de cabeza en una madriguera; la izquierda aliada boquiabierta y paralizada y el PP disfrutando como monos encima de un cocotero.

Y está tan turbio el patio que la Jaramargo no puede ni llorar a sus jefes de Madrid para que les ayuden a desatascar Palau Reial. La pelea entre Pablo Iglesias y Errejón se está convirtiendo en bíblica. La carga de la Jaramargo contra Xelo es un postre de peritas en dulce al lado de la gran batalla de Madrid. Y hay que mirar hacia ella, porque sus repercusiones afectan a unas Balears con su Parlament semitaponado.

Desde la cercanía se puede comprender lo que les está pasando a los podemitas isleños: un cóctel de egolatrías e infantilismos. Rompen sin darse cuenta el juguete de la enorme tajada de poder con que se han encontrado, cual regalo de Reyes, al amparo del duro golpe que supuso el zapaterismo para los votantes socialistas y progresistas.

Pero, ¿y Madrid? Allí se incubó Podemos, surgido del empuje de un grupo de profesores y jóvenes expertos en política teórica. ¿Cómo es posible que en tan poco tiempo ya estén tan peleados y se programe un Vistaelegre II para dentro de una veintena de días en el que se está gestando el desplume de Pablo Iglesias hasta dejarlo en figura decorativa, sin cresta y amarrado por un aparato controlado por Íñigo Errejón.

Para comprender este descosido no hay más remedio que acudir al antecedente clásico, el único que puede explicar la antropofagia intestinista de las más históricas peleas de la izquierda en fase de flujo y de conquista del poder. Y este antecedente no es otro que el pulso Trotski-Stalin de los años veinte del siglo pasado, que acabó con la victoria del segundo y el derrocamiento del primero.

Trotski era el orador brillante, el de la fina e incendiaria pluma, el que quería convertir la revolución en un frente mundial. Stalin era lo contrario, torpe, lento y superficial en sus discursos; de prosa oscura y apagada, y partidario de cerrar fronteras y no meterse en más berenjenales que los imprescindibles. La diferencia entre Trotski y Stalin era que el segundo era un organizador nato, controlaba el aparato, inyectaba la desconfianza hacia el prójimo como método y...acabó aislando a Trotski.

Algo parecido (salvando el tiempo y las distancias) está pasando entre el gran personaje mediático Pablo Iglesias y el cultivador de las bases Íñigo Errejón, que le está comiendo la tostada al coletas. Iglesias comienza a ver que sólo le quedan dos caminos: o convertirse en pináculo-figura decorativa manejado por el aparato errejonista o pegar el portazo y marcharse hecho un mártir.

Iglesias es un socialistta revolucionario; Errejón, un socialdemócrata. Iglesias es hijo de la tradición obrerista de su familia. Errejon es el vástago de un alto funcionario del Estado, que fue muy progre en sus mocedades, pero luego transformado en prototipo de socialdemócrata adaptado a lo que venga a lo largo de su vida profesional adulta.

Ante esta contradicción, tan humana, tan antigua como la Iliada de Homero tenemos dos cabezas distintas en una yelmo semejante. Falta saber quién gana. Y sus consecuencias. Si sale victorioso Errejón, habrá que comprobar cómo se camaleonea la Jaramargo. Es sabido que Alberto Jarabo ha sido hasta ahora pablista. Y que Laura Camargo es la jefa del utopista sector anticapitalista. Pero ahora van a contrapié.

Si Errejón se impone, si gana la democracia interna, la mecánica del abajo a arriba, el horizontalismo frente al verticalismo, y se finiquita la época del purguismo de ribetes estalinistas, si se deprecia el principio de la infalibilidad del líder, ¿qué sentido tendrá en el inmediato futuro la purga de Alberto y Laura contra Xelo y Seijas? ¿No sería lo más inteligente por parte de la Jaramargo , para santificar su camaleonada, buscar puentes de entendimiento con Huertas y cerrar así el espectáculo circense del Parlament balear? Esa será la prueba del algodón de que se han transformado en errejonistas. Les va la silla en el empeño.