Cada vez más extranjeros compran o alquilan viviendas en Palma. | Joan Torres

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«Palma es una plataforma muy importante del negocio inmobiliario europeo y si el ritmo actual continúa, en el año 2030 la población extranjera representará el 40 % en el padrón de Palma», cuando en 2015 suponían el 26 % y en 2004, el 16 %. Esta es la estimación realizada por el primer ‘Observatorio de la Gentrificación en Palma’, presentado este lunes por la asociación Palma XXI. El informe concluye que este porcentaje será aún mayor, rondando el 60 %, en barrios como Cala Major, Sant Agustí, El Terreno o Son Vida (ver gráfico superior).

El fenómeno de la gentrificación (el desplazamiento de la población local normalmente de los centros históricos por un grupo social de mayor poder adquisitivo que compra o alquila las viviendas) no es nuevo, recordó Marc Morell, doctor en Antropología Social y una de las personas que ha trabajado en el observatorio. Morell recordó que ya se han vivido otras «oleadas gentrificadoras, principalmente favorecidas por la planificación urbana».

La fase actual, explicó, «está más vinculada a la ‘moda’ de Palma como ciudad de turismo de fin de semana, impulsada por plataformas como Airbnb o Wildu, así como a la búsqueda de una segunda residencia por parte de personas de países del norte de Europa».

El estudio indica que, según la Fundación Impulsa, «el negocio inmobiliario es el primer sector en importancia en el PIB de la ciudad». A su vez, Balears se mantiene en cabeza como la comunidad autónoma con un mayor peso de compra de vivienda por extranjeros: de cada 100 compradores de viviendas en las Islas, 35 son extranjeros. Eso no quiere decir, matizó Morell, que solo compren viviendas de lujo, pues las cifras indican que en el último año solo el 5,18 % de las compras de vivienda realizadas por extranjeros ha sido igual o superior a los 500.000 euros, «por lo que vivimos una gentrificación de baja intensidad», apuntó.

El presidente de Palma XXI, Jaume Garau, alertó del peligro de que el centro de Ciutat, desde el Molinar hasta Santa Catalina, acabe convertido en una plataforma inmobiliaria, con gente que compra, vende o alquila casas, y turística «como ha pasado con Venecia, un fenómeno que preocupa en muchas ciudades».