Las amplias clases medias madrileñas y sus élites dirigentes se han tomado el intento secesionista catalán no como un conflicto político sujeto a negociación y pacto, sino como una ofensa, un ataque a su honor y dignidad. Se lo han tomado como una injuria, casi como una herejía y un pecado imperdonable, como el peor de los insultos. Y desde esta óptica, ni se pacta ni se media. Simplemente se castiga. Incluso una nueva visita al Museo del Prado adquiere una dimensión diferente, más tensa, más honda e inquietante: el cuadro 'Auto de Fe' de Pedro Berruguete, con su solemne ejecución de 'herejes', se vuelve vivo, de carne y hueso, de sangre y fuego.
Madrid se niega a contemporizar con 'los catalanes'. Con la ley en la mano y el derecho positivo de su parte huyen del más mínimo ánimo de comprensión hacia los soberanistas el Principado.
El 'plante' de Puigdemont y sus encendidos independentistas ha hecho prender la llama de la recentralización. Hacia ahí van las élites madrileñas. Y tal convicción va mucho más lejos del ámbito catalán. Podría acabar tocando al resto de autonomías, incluida la balear.
El error de los catalanes ha sido creerse que su irreflexivo paso al frente podría provocar un cambio político en Madrid y generar un impulso hacia el federalismo e incluso el republicanismo tal y como ocurrió en otras épocas. Sería una coyuntura que les beneficiaría y que les permitiría tener baza en la gobernabilidad de España. Pero han pinchado en hueso. Ha pasado exactamente todo lo contrario. Tanto que incluso el propio PP se ha asustado. Rajoy convirtió el anticatalanismo en ideología interesada hace una década cuando embistió la reforma del Estatut pactada por Zapatero y Mas y logró frenarla. Pero jamás previó la inmensidad de la hora de la recentralización que ahora vive Madrid y que se está expandiendo principalmente por las dos Castillas y que está beneficiando sobre todo a Ciudadanos.
En Madrid se respira la sensación de que el partido de Albert Rivera es la única marca política actualmente al alza en la Meseta, mientras que lentamente bajan PP, PSOE y Podemos. Ciudadanos lidera el sentimiento de que todo el poder 'de verdad' debe regresar a la capital, sobre todo las competencias educativas, y teniendo mucho más cuchara en sanidad y asuntos sociales. El Manzanares suspira por recuperar 'todo' el control de lo que queda del estado del bienestar en España y moldearlo y manejarlo a su medida, igual que hacía Velázquez con sus Meninas. En Madrid todo está adquiriendo una nueva perspectiva de mando y ordeno.
El Prado, gran maestro de la vida de la vida colectiva a lo largo de centurias, lo refleja con solemnidad de implacable tribunal histórico. La brutalidad de las consecuencias del pecado, plasmado en los cuadros de El Bosco, adquiere otro sentido porque ha vuelto a eclosionar un tumulto de 'pecadores'. Y la mirada fría e implacable de Felipe II, común a diferentes autores, se transforma en gélida, penetrante y agresiva.
Un Madrid repleto de banderas rojigualdas no anuncia nada bueno para la periferia, como si toda entera tuviera que pagar la revuelta de los catalanes.
19 comentarios
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La opinión es como los ombligos. Todos tenemos uno. Solo que algunos no lo estamos todo el santo día mirándonos. Disculpas a los madrileños. El sr. Riera difícilmente se representa a si mismo.
No veo cuál es el problema de poner la bandera de tú país en el balcón. En Madrid es habitual y en resto del territorio nacional también. A los únicos q les molesta es a aquella gente q quiere romper nuestra nación.
Los madrileños y superranncios "nacionales" no quieren que les abandonen: exigen y lo hacen excusandose en que "o mia o muerta". Que curiosos que se trate de que quieren evitar que les abandonen y que exigen que LOS DEMAS "les quieran" y por encima de todo que "LES OBEDENCAN" Los demas, en cambio, quieren irse. No les gustan estos "nacionales" que no solo no pretenden convencer sino que se creen con derecho a MANDARLES. Curiosa la pinta estupida y agresiva de los nacionales. Curioso que LOS DEMAS se vean mucho mas inteligentes, modernos, cultos e incluso guapos (vamos, que los genes parecen de otra especie). Les recuerdan estos "nacionales" a los retrogradas e ineptos machistas o talibanes que llevan en si la miseria y pretenden mediante el abuso imponerla a los demas?
Sr. Riera, simplemente le hacía más viajado y más listo. Sepa que en Madrid hay pocos madrileños, lo que hay es gente de toda España y del mundo, me recuerda a la Barcelona de hace treinta años, cuando era una ciudad cosmopolita y puntera en cultura y tecnología. “El España nos roba” ha sido interpretado como una ofensa y una mentira, pues los que roban en Cataluña son los políticos catalanes de toda la vida, y la mayor ofensa son las mentiras dichas sobre la historia, geografía y sobre todo lo que tenga que ver con Cataluña y España, los nacionalistas (de los dos lados) han envenenado la una convivencia como poco centenaria.
A @"A YO": Nací y viví en Madriz en la calle Velázquez aunque el origen de mi familia es el norte de España, ya sabes "Asturias es España y el resto tierra conquistada". Sé de lo que hablo.
Sr.Riera no sólo es en Madrid yo acabo d venir d la península (Andalucía y la mancha) y le aseguró q ocurre lo mismo, sin ir más lejos pasee por diferentes barriadas d palma y lo compruebe,sé q esto joroba a algunos pero es lo q hay
Mira Yo, no hemos vuelto a ningún tiempo, ni los madrileños consideran palurdos de provincias a los que viven fuera, porque hay una gran mayoría que procede de fuera y eso de que si quieres un buen médico quieras ir a Madrid es una estupidez. En Baleares hay grandes médicos, otra cosa es que, gracias al decreto de catalán, se tengan que ir de las Islas y entonces si que tendrás que ir a Madrid o a cualquier otro sitio en los que este requisito no haga falta a buscarlos. ¿Conoces Madrid, por cierto?
Comparto desde Madrid la visión de Joan Riera. Se ha sembrado un rencor hacia lo catalán que no será fácil de reconducir con los políticos que tenemos. Se empeñan de uno y otro bando mas en dividir que unir.
No veo dónde está el problema.
Lo que España también debería hacer es pensar por qué uno o dos millones o más de catalanes no se sienten españoles y ver qué se puede hacer para que se sientan integrados.