José Ramón Bauzá. | Joan Torres

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En el seno del PP balear no existen dudas: Tras su fracaso en el congreso del año pasado y el aislamiento sahariano que padece dentro del partido, José Ramón Bauzá ha empezado a revolotear el entorno de la cúpula de Ciudadanos aprovechando que se pasa más de media semana en Madrid. Si acaba por desembarcar en el partido de Rivera piensa hacerlo a lo grande y no con 'contactitos' palmesanos con Pericay y sus muchachos. Bauzá se considera muy por encima de las figuras locales de este partido y vuela a lo grande, esperando grandes recompensas. Ni que decir tiene que en el PP balear se mueren de risa. Como presidente y candidato José Ramón fue el causante de la mayor debacle del partido en toda su historia. Perdió quince diputados y propició un vuelco absoluto en el Archipiélago.

Pero los resultados de las últimas elecciones catalanas, con el espectacular crecimiento de Ciudadanos y la expulsión del PP al Grupo Mixto le han hecho levantar la cabeza. Ya no se esconde. Ejerce de oportunista vivales, sin ningún complejo. Huele vuelco en la correlación de fuerzas de la derecha española y quiere sacar tajada personal. Como un niño obseso, ha sacado del sarcófago sus obsesiones trilingüistas y su fobia a los símbolos cuatribarrados. Tras la aplicación del 155, se cree ungido por el dedo del Sumo Hacedor e intenta recolocarse. Para su ambición sin límites, Rajoy ya es sólo un viejo perdedor.

Este martes por la mañana se ha ido a una emisora de radio madrileña de reconocidísima fama cavernaria a predicar «el peligro de la penetración del catalanismo en Baleares». Estaba en su salsa. Esta emisora está trufada de apologetas de Ciudadanos, formación a la que identifican no como un intento de reconstruir el centro liberal español sino casi como una reedición del Movimiento Nacional. Allí, entre ignorantes de la realidad isleña, Bauzá se ha jactado de que «gané las lecciones autonómicas del 2015», pero tapando que los 34 diputados de izquierda más los tres del PI no lo podían ver ni en pintura, cuando él sólo sacó veinte. También ha asegurado que «fui yo quien dimití de presidente del partido», cuando la verdad es que fueron sus propios compañeros quienes le echaron a patadas después de que José Ramón intentase las ciento y una triquiñuelas para mantenerse en la poltrona tras su hundimiento en las urnas. También, con una jeta que le hace enseñar el plumero, ha insinuado que «tal vez no tendría que haber dimitido» mientras le escuchaba con devoción la claca cavernaria madrileña. En realidad le defenestraron después de que, en sus tiempos de presidente, apuñalase por la espalda a muchos de sus propios compañeros, no se sabe si por gustirrinín sádico o por darle bálsamo a sus propios complejos.

Como era de esperar, su presencia ante las alcachofas cavernarias le ha servido para exaltar las bondades de sus neuras trilingüistas, sus intentos de evitar que el catalán fuese un requisito para acceder al servicio público autonómico y su obsesión por 'extirpar' símbolos cuatribarrados de las escuelas. Pero su principal inquina -sabe que eso vende mucho en el Manzanares- es 'advertir' que Catalunya quiere apropiarse de las Balears «igual que el País Vasco quiere hacer lo propio con Navarra». Ahí está el meollo de su discurso huero y ultramontano. Da carnaza picante la caverna para que ésta le lleve en volandas hacia Ciudadanos. Confía en que este partido va a lograr un éxito espectacular en las próximas elecciones y que el PP de Rajoy va a vivir su definitivo declive. Y se está posicionando, convertido ya en trilero vendedor de humo anticatalanista en Balears. Cree que expande miedo cuando lo único que genera son risotadas. En el PP lo tienen caladísimo. Bauzá es ego descompuesto y no ideología.

En el fondo, José Ramón sólo busca un objetivo: trama su venganza contra Biel Company, que le dejó en ridículo en el pasado congreso. Habla mal del santjoaner, al que compara en privado como un catalanista y un pueblerino. Bauzá, por interés personal, va de cabeza a cargarse el equilibrio lingüístico, cultural y social levantado en los años 80 con el PP de Gabriel Cañellas al frente. Por eso José Ramón busca el frentismo, el armar lío, esparcer demagogia y despertar bajos instintos. Es su única posibilidad de seguir en política dentro de un año y medio. Por eso ríe y calla cuando le preguntan si piensa pasarse a Ciudadanos. De momento, es un senador autonómico del PP pero con el hocico puesto en otro sitio, en otra chaqueta, en otro bote salvavidas. Espera que Albert Rivera le llame y le prometa prebendas. Su ego enfermizo no le permite mirar más abajo.