Imagen de la Vall d'Orient. | TRIALRUNNINGMALLORCA

TW
3

Todo el mundo, incluidos los turistas, está familiarizado con los embalses del Gorg Blau y Cúber, en plena Serra de Tramuntana. Hay quien piensa incluso que son dos lagos naturales que siempre han estado allí, cuando son unas infraestructuras hídricas inauguradas en 1972, hace tan sólo 48 años. No todo el mundo sabe que, inicialmente, había más embalses previstos y que la primera intención no era aportar agua, sino producir electricidad.

Ya a principios del siglo XX se creó una instalación hidroeléctrica en el Gorg Blau (el auténtico Gorg Blau, un lugar idílico antes del embalse) que llegó a suministrar energía a Inca, Selva, Mancor y Caimari.

Según el estudio Una aproximació als embassaments de Cúber i el Gorg Blau, de Josep Puig y Elionor Pérez, a mediados de los años 50, Gesa presentó el proyecto Aprovechamiento Hidroeléctrico Integral de la Cordillera Septentrional de Mallorca. El proyecto preveía la construcción de cinco embalses para la producción de energía eléctrica: Cúber, Gorg Blau, Almadrà, la Vall d’Orient y la Vall de l’Ofre (cuyo nombre original es Lofra). El coste total ascendía a 26 millones de pesetas. Gorg Blau, Cúber y Almadrà funcionarían como un bloque integrado, y Orient y l’Ofre lo harían de manera independiente.

El salto de agua de Cúber a Almadrà tendría un desnivel de 425 metros. En un nuevo salto de 125 metros en Almadrà, se situarían las turbinas. El embalse de l’Ofre debía tener 108 hectáreas, aportando al año 1,3 millones de metros cúbicos de agua. El embalse de la Vall d’Orient iba a ser enorme, de 950 hectáreas, con una aportación de 3,8 millones de metros cúbicos. Los embalses del Gorg Blau y Cúber ‘sólo’ tienen 59,9 y 59,3 hectáreas, muy inferiores a los anteriores.

El embalse de la Vall d’Orient fue descartado casi inmediatamente porque, al realizarse los estudios geológicos, se comprobó que tendría pérdidas de agua. El resto de embalses fue descartándose por el coste económico, pero también por cuestiones geológicas que impedían la acumulación de agua. No obstante, el descarte de los embalses, con la excepción del Gorg Blau y Cúber, obedeció principalmente a que se abandonó la idea de generar energía hidroeléctrica al constatar que la prioridad era, con el incipiente ‘boom’ turístico, atender el consumo de agua.