La tumba del dictador Francisco Franco, en el interior de la basílica del Valle de los Caídos. | Efe

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En los años sesenta del siglo pasado el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, popularizó el famoso slogan bendecido por el caudillo Francisco Franco en persona: Spain is different¡ Y tan diferente que era! Por un lado el régimen dictatorial se mantenía gracias al apoyo de los Estados Unidos y de las democracias europeas, que nos mandaban turistas a punta pala, y por el otro estas mismas democracias miraban hacia otro lado cuando el Código Penal franquista condenaba con cárcel el pertenecer a un partido político que no fuese el Movimiento y tenía cercenadas las libertades sindicales, sociales y de todo tipo. España era un inmenso cuartel.

A las democracias occidentales ya les iba bien aquel Régimen inhumano e inculto, porque mantenían su tutela sobre el franquismo. En plena Guerra Fría, España era la retaguardia para la VI Flota norteamericana, sus bombarderos estaban en las bases de la Península y la OTAN tenía un flanco controlado. Aparte, los obreros británicos y alemanes tenían vía libre para venir a emborrachare a Mallorca, Alicante o Málaga por cuatro perras. Les ofrecían un nivel de vida más que suficiente para que fuesen el auténtico colchón electoral contra el peligro comunista, que había llegado a Berlín.

Con este opresivo panorama, Franco murió en la cama en 1975 tras haber nombrado como sucesor al por entonces príncipe Juan Carlos. «No restauramos la monarquía, la instauramos», afirmaban los jerarcas del Movimiento con Franco aún vivo. Y tras el lloradísimo óbito del Caudillo (sobre todo por parte de sus funcionarios), aconteció el milagro: el omnímodo Estado franquista, que lo era todo, absolutamente todo, en aquel país atrasado con partidos políticos aplastados y encarcelados y sin sociedad civil estructurada, se transformó en demócrata de toda la vida, ¡de la noche a la mañana!, incluida la Brigada Político Social de la Policía, creada para perseguir demócratas y el TOP (Tribunal de Orden Público) encargado de juzgarlos y condenarlos. Desaparecieron las camisas azules y se hicieron constitucionalistas liberales hasta los botones dorados de los uniformes de los bedeles de los Ministerios.

Spain is different. Todo un Estado conformado por los vencedores y los hijos de los vencedores de la Guerra Civil, que aplastaron a la república española con las armas y los hombres de Hitler y Mussolini, se metamorfosearon en demócratas como si fuese por intercesión de la virgen de Fátima. Se trató de un milagro político jamás visto en el planeta. Cabe recordar cómo acabaron Hitler y Mussolini y la implacabilidad de los ejércitos aliados de la naciones democráticas para forzar su hundimiento en 1945. Cabe evocar también como en Alemania e Italia se instauraron sendas repúblicas progresistas y abiertas, e incluso en el caso italiano los Estados Unidos impusieron un referéndum para que el pueblo votase libremente si quería o no monarquía. De los Estados nazi y fascista no quedó piedra sobre piedra.

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En España, en 1975, treinta años después, y por conveniencia de los mismos aliados demócratas occidentales, el Estado por él creado sepultó en olor a multitud al ´Caudillo de España por la gracia de Dios y que sólo responde ante el Altísimo y ante la Historia´ en un megalómano mausoleo construido a base de trabajos forzados por millares de presos políticos republicanos.

MADRID - ANTIGUA IMAGEN DE LA CONSTRUCCION DEL VALLE DE LOS CAIDOS.

Ahora el Gobierno Sánchez intenta sacar a Franco de su Valle. ¿Lo logrará? Los cimientos del actual Estado (sobre todo en Madrid) son casi los mismos de 1975. Que nadie lo olvide. Por eso un trauma colectivo iniciado hace 82 años sigue hoy vivo. España is different porque arrastra este trauma colectivo infantil que ha impedido su desarrollo normal como pueblo maduro, sólido, avanzado, culto y progresista, a causa de la decisión aliada de no derrocar a Franco en 1945 y devolverle la libertad a un pueblo que se enfrentó con valor y contra toda esperanza a la aviación de Hitler y un cuerpo de ejército de Mussolini años antes de que lo hicieran británicos y norteamericanos.

Por eso un Caudillo responsable de decenas y decenas de miles de muertos y que cercenó las libertades de su propio pueblo durante cuarenta años sigue siendo un mito de la carcundia y el reaccionarismo español. Por eso están dispuestos a hacer lo que sea para mantener al Caudillo en su sepultura-mausoleo-símbolo del Valle de los Caídos.

¿Nos convierte este trauma, esta impotencia para arrojar de nuestra entraña a un dictador implacable, en un país colectivamente aniñado, intelectualmente inmaduro y atrasado? Esa es la gran pregunta (auténticamente de psiquiatra) en la actual y decisiva hora de un conflicto visceral por la exhumación del cadáver de aquel que proclamó que en España lo tenía todo «atado y bien atado».