Dos mujeres ofrecen en Palma a los jóvenes el testimonio de sus experiencias en la Dictadura. | A. COSTA/UIB

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Con organización de la UIB y coordinación del profesor David Ginard, unos 70 alumnos de Bachillerato tuvieron este viernes la oportunidad de escuchar, conversar y preguntar a dos mujeres que vivieron, de manera y en épocas distintas, la represión de la época franquista.

Se trata de Magdalena Nebot (Capdepera, 1933) y Lila Thomàs (Palma, 1951). Magdalena tenía sólo 3 años cuando se inició la Guerra Civil, pero a partir de entonces empezó a vivir experiencias y guardar recuerdos relacionados con una época negra de muerte, represión y exilio.

Su padre, Serafí Nebot, de ideas socialistas, decidió marcharse a Menorca con las tropas de Bayo cuando éstas dejaron Mallorca. Los franquistas se llevaron a su madre, Maria Vaquer, que acabó siete años presa en Can Sales, aunque realmente había sido condenada a muerte. Siendo una niña, y sin saber dónde estaban su padre y su madre, Magdalena vivía con sus abuelos maternos. Posteriormente también se llevaron al abuelo, Francesc Vaquer, y nunca más supieron de él. En realidad, sí supieron una cosa de él a través de un tercero, que les contó que el abuelo había sido torturado y apalizado. A partir de ese momento, Magdalena se recuerda a sí misma «cogida de la mano de mi abuela, que no paraba de llorar».

Finalizada la guerra, su padre fue hecho preso en Menorca y llevado al terrible campo de concentración de Formentera. Allí tuvo la oportunidad de visitarle en 1940, con siete años, acompañada por Maria, una prima de su madre. Magdalena no puede contener la emoción al rememorar el encuentro: «Mi padre le preguntó a Maria: ¿Has venido con tu hija? Mi padre no me había reconocido. No, es tu hija, le respondió Maria. Acto seguido, mi padre me abrazó».

El padre de Magdalena tenía una condena de 12 años, pero en 1943 gozó de una libertad provisional. No estaba dispuesto a pisar otra cárcel o campo de concentración. Se escondió durante tres años y en 1947 se marchó a Argelia. En 1951, Magdalena y su madre se fueron a Argelia de manera clandestina para reencontrarse con Serafí. Lo hicieron en una barca de bou dedicada al contrabando. «Argelia era una colonia francesa y estaba mucho más adelantada que Mallorca», comenta Magdalena. Allí residieron hasta 1958, en plena guerra de independencia de Argelia, cuando decidieron dejar el país porque no ofrecía suficientes condiciones de seguridad. Y se fueron a París hasta 1964. Ese año, Magdalena ya estaba casada y tenía un hijo y una hija, y la familia decidió regresar a Mallorca.

Ésta es, en líneas generales, la peripecia dramática de la vida de una familia destrozada por el franquismo, pero no se pueden olvidar otras cuestiones como la discriminación y la presión: insultos, ser señalados socialmente y ser objeto de alguna agresión como el lanzamiento de piedras.

Lila Thomàs relató otra época y otras circunstancias: «Éramos once hermanos en una familia con padres de derechas. Pese a ese ambiente, mis hermanos mayores me introdujeron en la lectura y quise estudiar. Mi decisión de dejar de ir a misa los domingos provocó un drama familiar. Siendo estudiante, a finales de los 60, empecé a participar en acciones clandestinas. Era una aventura, pero al mismo tiempo teníamos miedo. Había que ser muy prudentes y evitar que los vecinos te viesen. En la universidad, entré en el PCE, cuya lucha antifranquista incluía la movilización estudiantil».

Un estudiante preguntó a Magdalena Nebot si ha perdonado a quienes le causaron tanto dolor. Magdalena respondió muy claro: «¿Quién soy yo para perdonar a nadie? Sólo quiero ser buena persona y no hacer daño a nadie. Si quisiera hacer daño, me rebajaría a su nivel». Por su parte, Lila Thomàs señaló que «entre los que sufrimos el franquismo, nunca hemos pedido venganza. Sólo que se mantenga la memoria de lo que pasó para que no se vuelva a repetir».