Bartomeu Fiol presente este domingo su libro sobre los refugios antiaéreos de Palma. | Laura Becerra

TW
9

Los bombardeos que sufrió Palma durante la Guerra Civil no son comparables a los de Barcelona. Pero los hubo, y causaron al menos un centenar de muertos y más de 200 heridos. Es lógico, por lo tanto, que la población tuviera miedo y se quisiera proteger. ¿Cómo lo lograron? Pues habilitando espacios que quedaran resguardados de los proyectiles de la aviación republicana, es decir, refugios antiaéreos.

Solo en Ciutat se construyeron 130 para uso general, públicos, y otros 600 para uso particular, según recoge Bartomeu Fiol (Palma, 1970) en Els refugis antiaeris de Palma i la defensa passiva a Mallorca durant la Guerra Civil, que ha editado Lleonard Muntaner y que este domingo fue presentado en la Setmana del Llibre en Català.

El primer refugio que entró en servicio fue el del túnel ferroviario que unía la Plaça d'Espanya con el muelle, que ya estaba hecho pero en el que se abrieron tres accesos: en el Call y en las plazas del Olivar y del Banc de s'Oli. Su ubicación y capacidad se elegían en función de la densidad de población de cada zona y su proximidad a las baterías antiaéreas. Llama la atención, en este sentido, que en la Plaça Progrés se hiciera uno en el que cabía más de medio millar de personas cuando también había en las cercanas calles de Monterrey, Fàbrica y Villalonga.

Noticias relacionadas

Fiol explica que los refugios estaban iluminados y tenían barandilla, pero «no eran cómodos», precisa Fiol, ya que muy pocos disponían de bancos para sentarse o retrete. Permanecían siempre abiertos, lo que propició que «el incivismo campara a sus anchas» y que la población los utilizara para hacer sus necesidades o que «robara las bombillas», añade el autor.

Divulgación

Fiol ha visitado algunos de estos refugios. Señala que mayoritariamente están en buen estado de conservación y lamenta que sea «un patrimonio desconocido». «Se tendría que recuperar», defiende el autor, que aboga para que algunos se abran periódicamente –«una vez al mes, por ejemplo»– y la población pueda conocerlos en el marco de visitas guiadas. Fiol propone también reconvertir alguno en un centro de interpretación para explicar la historia de los bombardeos y los refugios.