Los diez seminaristas actuales del Seminario Mayor posan junto al vicario general de la Diócesis, Antoni Vera, y el formador Jaume Estela, en el patio del centro. | P. Pellicer

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«¿No tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?». Es una de las frases que aparece en el versículo de Malaquías 2, 10 de la Biblia y que aplica el Obispado de Mallorca. Un exuberante patio interior del Seminario Mayor da la bienvenida. En fila, empiezan a llegar los estudiantes: dos mallorquines y ocho extranjeros. ¿Hay crisis de vocación entre los de la Isla? «Bueno, depende de lo que se entienda. Si es a nivel vocacional, ha bajado mucho durante los últimos 20 años en Mallorca», asegura Antoni Vera, vicario general de la Diócesis de Mallorca y rector del Seminario. «Éste es un bueno año».

Es un buen año porque han pasado, hasta la fecha, 14 seminaristas desde 2019. Una cifra que «no se repetía desde hacía dos años». Aunque ahora quedan diez, al menos el comedor, la sala de estudio o las aulas se llenan de calor humano. Acompaña a estos alumnos Jaume Estela, canciller y secretario general de la Diócesis y formador del Seminario. Presenta a Joan Bausá y a Biel Benchea, mallorquines; a Andrés Forero, de Colombia; y a Juan Nguema, Lázaro Mangue, Juan Peregrino, Santiago Milam, Benedicto Owono, Salvador Nkulu y Rafael Ondo, todos ellos originarios de Guinea Ecuatorial. Casi todos llevan menos de un año en el Seminario.

Calendario

A las seis y media de la mañana suena el despertador. Tienen el rezo de laudes a las siete en punto. Luego pasarán a las oraciones personales y a la eucaristía. Desayunan sobre las ocho y cuarto y se preparan para ir a clase. Tienen diversas materias de Filosofía y Teología. Sin embargo, alguno de ellos llegan al Seminario con estudios previos. También ofrecen cursos de iniciación y diez horas de catalán a la semana para los extranjeros. La formación dura seis años, «pero eso no significa que estén preparados a nivel vocacional», dice Estela. El silencio mayor comienza a las 22.30 horas, después del último rezo de completas.

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El edificio cuenta con un área de descanso y ocio, una biblioteca con mesas, ordenadores y lámparas; una cocina amplia, con cabida para más de 30 personas, y habitaciones. «Es mi tercer año aquí. Llegué con graduado en Filosofía, así que ahora solo doy Teología», apunta Joan, de 25 años y uno de los dos seminaristas mallorquines. En el caso de Salvador, de 30 años y de Guinea Ecuatorial, hace tres meses que llegó a la Isla. «Llevo al Señor en mi vida. Siempre quise estar en un seminario, pero lo dejé un tiempo para dedicarme a la docencia y a la Filosofía. Ahora retomo mi vocación con ilusión».

Mallorca

«Mi familia es el Seminario». Los seminaristas extranjeros llegaron a la Isla solos. La gran mayoría, a través de otros compañeros –de su país– que se encontraban previamente en este centro. Rafael, de 30 años, dejó Guinea Ecuatorial por Murcia. Allí pasó cinco años, donde se formó en un seminario. «Mis compañeros me decían que Mallorca está en crisis de vocación, así que llamé y me aceptaron».

Andrés tiene 22 años de edad. Es de Colombia. En julio de 2019 llegó al Seminario palmesano. «Me abrieron las puertas. Fue una acción de Dios, estoy seguro», dice. Su compañero Biel, mallorquín de 20 años, hace dos años que es seminarista. «El Señor me puso la pregunta de si quería servirlo. Durante mi etapa en el Seminario Menor lo pensé; y, al final, decidí tomar este camino». Este mismo camino es el que ha querido seguir, también, Santiago, de 25 años y procedente de Guinea Ecuatorial. Es el que menos lleva en la Isla (desde enero de 2020). Su familia está en África. Asegura que esta experiencia «no se puede explicar con palabras».

Como él, todos los seminaristas coinciden en que no se imaginan irse de Mallorca. «La Iglesia es universal. Las parroquias, aquí, necesitan curas. Mi intención es formarme en este Seminario e ir creciendo en la Isla», reconoce Juan Peregrino, de 34 años, también de Guinea Ecuatorial, cuya vocación está más enfocada en «servir a los pobres. Mi padre y mi abuelo son catequistas. Quiero seguir esta senda».

Globalización

Jaume Estela explica este boom internacional como una «consecuencia de la globalización». «Si te vas a Toledo, Granada, Córdoba o Barcelona verás seminaristas de Kenia, Tanzania o de otras partes de África y del mundo. Es un hecho universal. La globalización ayuda a globalizar vocaciones. Hay que recordar que Europa está empobrecida a nivel religioso y Latinoamérica o África, no. Ahora nos ayudan a nosotros».

Los nuevos valores sociales son factores que han provocado desinterés entre los jóvenes para ordenarse. Vera recuerda que «ya no existen grandes planteamientos de la vida. No se cuestionan. Vemos que hay pérdida de los valores personales y de la religiosidad a nivel general». Con este fenómeno surge el siguiente problema: mueren o se jubilan más de los que se ordenan. Es decir, «salen más que entran».

La Diócesis de Mallorca cuenta en la actualidad con 250 sacerdotes, tanto activos como jubilados. Una cifra, dicen, «que ha disminuido bastante, porque hace años éramos alrededor de 400». El Obispado intenta aproximar la fe a las nuevas generaciones través de campañas. Acuden a centros, escuelas y universidades, pero sobre todo «son los jóvenes que intentan evangelizar a otros jóvenes de su entorno y así aproximarlos al Seminario». Estela concluye la entrevista con un pensamiento: «Nosotros pasamos los momentos de crisis con esperanza».