La jornada comienza muy temprano en el puerto de Alcúdia. Apenas han pasado las 3 de la madrugada cuando los pescadores se ponen en marcha. Ante ellos una larga jornada a la búsqueda de uno de las capturas más emblemáticas, tanto del mar Mediterráneo como de su gastronomía, el atún rojo.
El Port queda pronto atrás y después de aproximadamente una hora de travesía en medio de la oscuridad se entrevé la silueta imponente del cabo de Formentor, con su faro como referencia para los navegantes. El destino se encuentra aún a unas 5 millas y media marítimas por delante, en una zona donde la profundidad cambia drásticamente desde alrededor de 100 metros hasta los más de 200.
Pasión por el mar
Pep Palmer es el patrón de la embarcación El Gorg y esta noche le acompaña Pedro Llinàs, un viejo amigo que lleva más de 20 años pescando con él, aunque como aficionado. Junto a él cada noche pueden salir un máximo de dos personas y siempre en calidad de observadores. Palmer, inquero apasionado del mar desde niño, cambió su trabajo en el mundo del calzado por la pesca hace unos dos años, pero su primer atún la capturó en 1999, como pescador recreísta. Este es su segundo verano como profesional a tiempo completo, un verano marcado por la crisis sanitaria. «Durante el confinamiento el mar estaba lleno de delfines y gaviotas. Desde que terminó el confinamiento han desaparecido como por arte de magia», afirma durante la navegación.
El atún rojo supone su principal volumen de capturas, pero este año la situación sanitaria ha cambiado drásticamente el precio de este pescado. Si por estas fechas en 2019 se llegaba a pagar hasta a 11 euros el kilo, este año apenas se llega a los 6, después de descontar los gastos de lonja y de envío, en el caso de que se expida la mercancía a otros puntos, habitualmente a Barcelona.
El método de pesca empleado es defendido por Palmer como el más equilibrado y respetuoso con el medio ambiente. Solo se emplea caña y anzuelo, nada de grandes redes que no distinguen entre especies y que provocan un gran desgaste de los bancos de peces.
La sonda náutica es una herramienta de alta tecnología que se ha convertido en imprescindible para estos pescadores. Gracias a ella se pueden tener ojos bajo el agua. La mirada atenta de Palmer sabe distinguir en el monitor las bancos de caballa, uno de los alimentos preferidos de los atunes. Una vez situado sobre alguno de estos bancos se lanza un anzuelo múltiple que las captura. Una vez pescadas se mantienen en un vivero, una especie de gran bañera que renueva constantemente el agua, y se usan como cebo vivo para el atún, ya que este gran pez es un cazador nato y solo se siente atraído por peces vivos.
Varias cañas con cebo vivo se arrojan entonces el agua. Se denominan líneas y se vigilan constantemente para que no se enreden ni pierdan el cebo. Comienza entonces una tarea donde la paciencia es fundamental. Pueden pasar muchas horas hasta que un atún pique. La voz de alarma llega con el estridente sonido del carrete al correr. Eso significa que un atún ha mordido el anzuelo. Con ese sonido empiezan también unos minutos que pueden resultar frenéticos y llenos de emoción.
La gran caña conecta directamente al hombre con el animal y en ese momento comienza la lucha. Los atunes más pequeños miden poco más de un metro y pesan unos 30 kilos, pero los más grandes pueden sobrepasar ampliamente los 2 metros y pesar hasta 250 o 300 kilos. El pez no se adivina desde la superficie hasta que está ya muy cerca de esta. Su lomo negro lo impide. «Ese color les permite acercarse desde abajo a sus presas y que no les vean hasta que ya están muy cerca», cuenta Llinàs, que sigue al pie de la letra las instrucciones de Palmer cuando llega el momento de subir a bordo a uno de estos animales. Cuando el gran atún llega a la cubierta el sol apenas se alza en el horizonte. Son las 7 de la mañana y el pez pesa casi 50 kilos.
Pesca controlada
Una vez se ha realizado la captura, el patrón es muy escrupuloso con los pasos a seguir. Lo primero es notificar mediante un mensaje con su móvil la realización de la captura y su peso aproximado al Ministerio de Agricultura y Pesca, que controla cada uno de los movimientos y actividades (de hecho el mero inicio de la travesía se tuvo que notificar horas antes). Después es imprescindible el etiquetado de la pieza. En él se hace constar, mediante una pieza de plástico atada a su cola, todos los datos referentes a su captura.
Este año la pesca del atún se ha regulado por primera vez de una manera distinta. Desde que empezara la temporada, el pasado 1 de abril, los 60.000 kilos que corresponden a la cuota que puede Baleares están siendo controlados por la Federació Balear de Confraries de Pescadors. Cada embarcación tiene un cupo máximo de tres ejemplares por día y no hay límite de peso global para cada una. Todos los kilos son contabilizados de forma general y cuando se alcance ese límite de 60 toneladas la temporada acabará. «Es una prueba piloto, pero creo que tendrán que ver si realmente funciona. El sistema ha provocado muchos roces entre distintos barcos por los mejores lugares para pescar», sostiene Palmer. Su postura en ese sentido es categórica: «El mar no es de nadie».
Si uno sale a pescar es un ecologista con redes esquilando el fondo del mar con palangre o con caña el pescado no sufre y encima seleccionan lo que les conviene un cazador es un asesino y hace sufrir a la caza ver para creer ignorantes
2 comentarios
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Panada, tots sabem que no ets pescador... Ets un depredador de la mar
Si uno sale a pescar es un ecologista con redes esquilando el fondo del mar con palangre o con caña el pescado no sufre y encima seleccionan lo que les conviene un cazador es un asesino y hace sufrir a la caza ver para creer ignorantes