Marco de madera que servía de apoyo para los trenzados.

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Todo comenzó a partir de una conversación con una alemana afincada en Mallorca. Se encontró con que no había información sobre el arte del trenzado – trenat en mallorquín –. Contactó con el historiador Rafel Morro (Pollença, 1991) buscando, de alguna forma, ayuda. «Comencé a investigar. Me di cuenta enseguida de que no se ha contado nada sobre esta industria. Ha estado olvidada».

Tres años después nació El trenat de la pell a Mallorca al segle XX, una edición que Morro escribió junto con Miquel Sanz (Inca, 1952), un empresario de la actividad industrial del trenzado que le ha llevado a visitar y trabajar en cerca de 30 países de los cuatro continentes.

Dificultades

En el libro, los autores hacen una radiografía de lo que era este arte artesanal con la ayuda de archivos privados «y las fuentes verbales. Sin embargo, muy poca gente mayor quiso colaborar y contarnos cómo era su oficio». Morro detalla que el trenzado se consideraba clandestino. Eran las mujeres quienes trabajaban desde casa. No se reconocía como industria independiente – ha estado ligada con la del calzado –, «pero lo cierto es que sí era una industria propia. El trenzado colocó – entre los años 70 y 80 – a Mallorca alrededor del mundo. Todos conocían el trenzado isleño», destaca Morro, que espera que este libro sólo sea una especie de aperitivo «para que se investigue y se amplíe más información sobre este arte artesanal».