¿Qué es SMART UIB?
—En inglés, SMART significa inteligente, pero en nuestro caso son las siglas de Sostenible, Multidisciplinar, Aplicado, Regenerativo y Transformador. Se trata de una iniciativa de innovación que pretende mejorar la eficiencia de la Universitat, desarrollar tecnologías inteligentes para transferir a la sociedad y mejorar la ocupabilidad del alumnado formándolo con un espíritu emprendedor. SMART UIB es multidisciplinar, es decir, abarca diversas perspectivas para abordar un problema y afrontar el futuro con garantías de éxito.
En el marco de SMART UIB, recientemente se ha puesto en marcha el edificio de Ca ses Llúcies.
—Sí, era una vivienda tradicional situada en un extremo del campus. Desde finales de 2019, y tras una rehabilitación financiada con fondos europeos, es un edificio de innovación aplicada, construido con material reciclado, incluidas balas de paja y residuos de la misma obra, y dos sistemas domóticos integrados. No hay wifi, sino lifi, es decir, un sistema de transmisión de datos a través de la luz eléctrica. La señal es más potente y más eficiente desde el punto de vista energético, y genera menos contaminación electromagnética. Para la climatización, contamos con placas fotovoltaicas, pero también con energía térmica obtenida a través de un concentrador solar. Producimos más energía de la que necesitamos. Todo ello hizo que la rehabilitación de Ca ses Llúcies fuera sostenible y no por ello más cara que una convencional.
¿Cuál es la actividad actual de SMART UIB?
—Experimentar soluciones para cuestiones que plantean la UE y la ONU de cara a la eficiencia energética y el ahorro de agua. Monitorizamos esas soluciones para comprobar si pueden ser transferidas a la sociedad. Así, SMART UIB se convierte en un laboratorio de innovación con interacciones entre los grupos de investigación de la Universitat, las empresas y, por supuesto, los propios alumnos.
¿Cuál es la situación del campus de la UIB desde el punto de vista energético?
—Muy mejorable, vistos los comportamientos y los consumos de los edificios del campus. La climatización supone la mayor parte del consumo energético del campus. Debemos avanzar hacia la autonomía energética. Aparte de instalar energías renovables, deberíamos aplicar una tecnología de almacenamiento energético a través de baterías, que pueden retener electricidad durante días. En las energías renovables, debemos incluir placas fotovoltaicas, pero también la eólica, a través de pequeños molinos, y también la geotérmica. Todo ello es posible, factible y viable. Evidentemente, a la energía eólica no sería protagonista, pero sí subsidiaria. Y con la energía térmica no dependes de mercados ni tecnologías. Es el mejor ejemplo de soberanía energética.
¿Y qué ocurre con la movilidad del campus? Siempre está repleto de coches, al menos sin pandemia.
—También es muy mejorable. Los vehículos eléctricos deben ganar protagonismo y tiene que haber más puntos de recarga. Pero no estoy hablando de un vehículo eléctrico por persona. En ese caso, reduciríamos la contaminación, pero los problemas serían los mismos. Hablo de gestionar un servicio que permita a varias personas compartir un vehículo eléctrico. Al llegar al campus, ese vehículo no se quedaría parado, sino que prestaría servicio a otras personas. Lo absurdo es tener vehículos privados aparcados durante horas. Antes de la pandemia, la media de asistencia diaria al campus superaba los 3.000 vehículos.
Lo de compartir coche no acaba de arrancar.
—Es cierto. Sólo se comparte si alguno o algunos de los ocupantes no tienen vehículo propio. Si lo tuvieran, lo usarían y no lo compartirían. Es necesario un cambio de mentalidad e integrarlo en la educación.