Antònia y Maria posan frente a los fogones de Can Tronca. | Laura Becerra

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El liderazgo femenino en las empresas familiares tiene un linaje relativamente reciente, no así el origen de su término. El matriarcado comenzó en tiempos remotos, con el trabajo de la tierra, pero su continuidad y diversificación ha permitido que, según el último informe emitido por el Instituto de la Empresa Familiar (IEF), en España las sociedades familiares lideradas por mujeres alcancen un 11 %.

Con todo, no deja de ser una cifra muy alejada de la que ostenta Islandia, país que conquista la cima de la igualdad con el tenaz empuje del feminismo. Pero ni siquiera este frío país colindante con Rusia, meca de la equidad social y locomotora del desarrollo, puede dar lecciones en términos de logros y poder matriarcal a un coqueto restaurante enclavado en el municipio de Sant Joan, un negocio de origen centenario consagrado al noble arte de la cocina: Can Tronca.

«Can Tronca empieza siendo un bar frente a la iglesia de Sant Joan, hace más de 300 años. El restaurante no abrió hasta finales de la década de 1960, y desde sus inicios ha sido gestionado de forma matriarcal, ya son tres generaciones que empezaron con mi madre, Maria Bauzá», subraya con énfasis Antònia Font, actual madona de la casa. Frente a ella, sin perder el hilo de la conversación, se ubica la tercera generación de este productivo negocio familiar, su hija Maria Parcerisa.

Una joven emprendedora y sobradamente preparada –ha estudiado Administración y Dirección de Empresas– para recoger la antorcha y conducir la nave al futuro. «Tengo ideas nuevas pero lo ideal es encontrar el equilibrio entre lo tradicional y lo moderno», matiza. Su madre asiente con la cabeza, mientras reitera con convicción que «esa es la clave, mezclar lo que siempre ha funcionado con cosas nuevas».

La desaparecida Maria Bauzá, toda una institución en Sant Joan, impulsó la creación de este emblemático establecimiento que en su más de medio siglo de trayectoria sigue preservando su identidad.

Nueva y vieja escuela frente a frente, aunque basta prestar oído a sus respectivos discursos para entender que, aun siendo diferentes, se complementan a la perfección. Antònia habla con vehemencia y claridad, su discurso es directo; por contra Maria es contenida y calculadora, su mirada destila paz. Ambas comparten pasión por sa padrina, Maria Bauzá. «Mi madre montó el restaurante, es una institución, todo el mundo conoce a sa madona de Can Tronca», subraya con orgullo Antònia.

Vocación

Can Tronca nació con la vocación de «dar un servicio a la comunidad mallorquina», y en su medio siglo largo de existencia «ha preservado su esencia e identidad». Pero si hoy podemos comer uno de los mejores arròs brut y porcella de Mallorca en su acogedor comedor es gracias «a la brutal vena empresarial que tenía mi madre. Ella vio la posibilidad, era una señora muy emprendedora con mucho amor al cliente». Un legado que sigue cultivando Antònia bajo su gestión estratégica, auxiliada por su yerno David Morales, único eslabón masculino en una asentada organización matriarcal, en la que sa madona de la casa sigue marcando los tiempos.

Las mismas recetas que hace 50 años. FOTO: Laura Becerra

‘Si algo funciona, mejor no tocarlo'. El refranero popular es sabio, Antònia y Maria lo saben y no dudan en aplicar esta máxima. Por eso siguen ofreciendo los mismos platos, «hechos con mucho cariño», en este establecimiento que funciona esencialmente con reservas. Su recompensa es una clientela fidelizada, «es un orgullo haber dado de comer a varias generaciones de la misma familia», destaca Antònia. Lo refrenda Maria: «El target de nuestros clientes es público familiar, tanto de Sant Joan como del resto de la Isla».