Omar Lamin en Palma. | M. À. Cañellas

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Omar Lamin (Argelia, 1988) todavía recuerda el olor a tierra mojada en el campo de refugiados de El Aaiún. Tenía tan solo siete años cuando su madre le dijo «súbete a ese camión», pero él no quería; prefería estar con ella. Era feliz jugando con chatarra. Pero en Mallorca le esperaba su familia de acogida desde el programa Vacances en Pau. Dice que se siente muy afortunado y privilegiado, pero una parte de él pertenece a sus orígenes, a su gente. Cada mes guarda de su nómina una pequeña cantidad para sus padres y hermanos biológicos «porque es mi responsabilidad. Ellos me han dado la vida y yo debo ayudar». Graduado en Trabajo Social, es secretario general de Derechos Humanos y Migraciones del PSIB. Reconoce que no se esperaba una decisión así por parte de España con Marruecos. Habla con pena y tristeza sobre su tierra y pueblo. Pero, de momento, prefiere no opinar hasta que no se perfilen los acuerdos.

España reconoce la propuesta marroquí de autonomía del Sáhara Occidental como la opción «más seria, creíble y realista». ¿Qué le parece?
—Creo que esto no es una cuestión de saharauis frente a marroquíes, que es lo que siento que hacen, sino más bien de gestión. Somos las víctimas de las injusticias, pero si por algo hemos destacado como sociedad, desde hace casi 50 años de lucha por nuestra libertad, es por el pacifismo. Creo que ningún país de fuera debería decidir el futuro del Sáhara Occidental.

¿Por qué cree que se ha tomado esta decisión?
—Lo sensato en esta situación es esperar a ver cómo se desarrollan los hechos para opinar porque, a medida que pasen los días, se verán las circunstancias y, en todo caso, si España se ha visto obligada a tomar esta decisión. Lo importante es que la sociedad está comprometida con los saharauis y Balears ha reafirmado su apoyo. Es necesario poner en valor el compromiso ciudadano. Pero insisto, vamos a ver cómo se articulan los hechos.

¿Cómo vive este nuevo giro su familia biológica?
—El sentimiento que impregna en la sociedad saharaui es de pena. No se esperaban esta decisión. La cogen con incertidumbre. Igualmente, nos tenemos que mover en el parámetro de la paz y el diálogo. La gente de allí está inmersa en una guerra de guerrillas, donde cada día mueren hermanos, primos, familia y amigos. No nos merecemos esto.

¿Podríamos decir que, detrás de este acuerdo, hay cierta amenaza por parte de Marruecos?
—Ahora mismo, cualquier hipótesis que se plantee puede ser aceptable. Nadie sabe qué podría haber, pero sea lo que sea es algo que no controlamos, como que en este acuerdo hay una capítulo que hemos perdido. Así que por justicia o rigurosidad se deben decir las cosas que pasan realmente. Es evidente que los saharauis no aceptaremos ninguna amenaza ni chantaje. Los gobiernos no deben colocar a los ciudadanos en una tesitura más frágil de la que ya estamos.

En la misiva de Pedro Sánchez aclara que estas nuevas relaciones permitirán reforzar la seguridad de los flujos migratorios...
—El diálogo es el mejor arma para garantizar los derechos humanos. El discurso de los flujos migratorios es una herramienta de discrepancia. No hay nada que la paz y el diálogo no puedan conseguir. Por lo tanto, ésta es la vía que creo necesaria para negociar, y que, ante todo, no se emplee nunca a las personas. Apelo a la responsabilidad de todos.

Las asociaciones que apoyan al Sáhara Occidental hablan de una traición...
—Hay que esperar y no generalizar. Balears es una comunidad muy solidaria con la causa. Apelamos al trabajo y compromiso que se ha demostrado durante los casi 48 años de lucha. Creo que la sociedad necesita esto. Estamos en un momento histórico de convulsión. La geopolítica está siendo muy necesaria pero cualquier solución pasa por tener la paz y el diálogo como herramienta y no se nos tiene que negar el derecho a decidir cómo queremos vivir. Seguiremos pidiendo que todas las respuestas pasen por tener en cuenta al pueblo saharaui y la voluntad de volver a recuperar el territorio y vivir en libertad. Creo que ya nos merecemos vivir en paz. Queremos volver a casa.

¿España, de alguna forma, está olvidando la lucha por la autodeterminación?
—La solución más aceptable para los saharauis es volver a nuestra casa y vivir en paz y libertad. No veo al Sáhara Occidental en otro escenario. A mí me duele ver a mis padres y amigos en esa situación y me planteo por qué no pueden ser ellos también unos afortunados. Se les priva de vivir con dignidad, en un país que ellos mismos han construido con esfuerzo y lucha y que, de pronto, se lo quitaron. Por eso reitero que cualquier solución debe pasar, primero, por el pueblo saharaui. Y también me duele que, cada vez más, los jóvenes se vean obligados a alistarse en el Ejército porque la única solución sea la guerra.